JUAN PABLO DE ÁVILA AMADOR

PLENITUD.
Parte de lo que soy, ha venido de ti.
De tu humilde cabeza llena de dictamen
exigiendo justicia, inculcando aprender a aprender
Aprendí de ti.
De tu manera de enseñar, no de tu enseñanza
de tu manera de expresar, ahora nadie me calla (como en clase).
Y soy profesora. Pero no solo eso: también alzo la voz,
y lucho por mis derechos, y creo el cambio
día a día, en mi vida, en mi dicha.
Ni fui la mejor estudiante,
pero sí tu mejor aprendiz.
Y sigo siendo alumna, y protesto,
y enseño, e inculco, y doy hambre, sed de más.
Y se me multiplica. Quiero seguir aprendiendo.
Y quiero seguir enseñando.

No es ego. Me lo dicen mis alumnos.
Y río, y lloro, y me emociono, y ellos son luz.
Yo soy chispa y me pierdo entre sus talentos.
Y ahora escribo,
y parafraseo a un tal Marx, a un Leqoc y a un Dalí.

Te mando mi expansivo pecho multicolor hasta donde te encuentres. Un jugo de zanahoria, pescaditos y jugos boing.
En el paraíso de los muertos o en el lago de tequila, cerca de una camada de gatos y una pila de libros.

Por favor, esta noche evita el cigarro.
No te vaya a querer llevar el cáncer nuevamente.

También manda un saludo a Aquetzali, y mencionale que no cuido el agua... pero hago mi mayor esfuerzo.

Te cito y te pienso.
Y te llevo día a día, en personaje,
en presencia, en texto, en poemas.
D'avila. Gloria a ti, señor profesor.