Del Sauce a la Flor Carmesí

Agrestes campos
en los pies de la cordillera,
la niebla espesa de la mañana,
del humilde cae en sus hombros.

Las hojas que caen, carmesí en su color
son iluminadas a través de los ecos del sol,
mientras caen lentamente;
hojas que no son pétalos,
vidas que no son lo que debieran ser,
de los árboles nace el sollozo al amanecer.

Pálidos y tristes inviernos,
bajo la incesante lluvia permanezco,
con los pies en barro
hacia mi tierra emprendo el camino.
Mi sombría tierra amada,
llena de melancolía y nostalgia está,
culminando lo que mi estirpe empezó,
atado a estas cadenas del pasado.

En mi camino observo aquel cerro;
ese cerro que en mi infancia fue mi subterfugio,
a mi inherente pesadumbre el manto cálido
y la penumbra habitaban en mi corazón,
cuando iluminaba solo la vela mi ser,
el momento de abandonar había llegado
y ahora que a mi amada tierra vuelvo,
los detalles que solían ser recónditos para mi
han aparecido como rocas en aguas sin oculto.

En la vaga existencia labro la tierra
bajo la serena bruma al comenzar el alba,
el rocío humedece mi rostro lleno de surcos,
atemporal y colosal en edades y tiempos;
entre la maleza frondosa
se oculta el silencio de mi añoranza,
un anhelo de ser,
romper con el destino de la sangre campesina
y cuando todo presagiaba lo que debía pasar
de un pétalo marchito nace una añoranza,
nace el soplo gentil que te incita a seguir.
De mis ojos, lágrimas comienzan su andanza fúnebre,
mi tierra trae consigo el peso de la nostalgia,
cada lamento que surge mientras la tierra labro,
son reminiscencias de anhelos y deseos
y de ahí brota el fruto,
de manos sarmentosas y de arreboles tristes en la mirada.
En la sangre de mi estirpe, derramada en mi tierra
brotaran surcos llenos de flores carmesí,
del llanto amargo del sauce,
la tierra florecerá cantando un nuevo amanecer.

A n g e l a  C a v a l c a n t i