Encontrar el pretexto perfecto para decirte un mal chiste y te rías. Es evidente que no te causa gracia, pero te ríes porque yo lo dije.
Me cago de la risa para continuar con nuestra escena y te acaricio la pierna, el brazo. Invento la excusa de que dejé labial en tu cachete y te toco.
Te presumo mis zapatos negros. Los que en casa dicen que son raros porque parecen masculinos, y a ti te encantan por eso.
Esperamos afuera del teatro o corremos a la entrada por mi siempre impuntual informalidad. O nos quedamos fumando en las puertas, o nos mojamos bajo la lluvia.
Me quedo mirando el cielo y me miras, y tu telepatía me habla pero tú no lo sabes.
Me está diciendo que te gustan mis labios rojos y mi cabello corto, negro y despeinado. Huele a flores, a una mamá.
Tu cabeza te lleva a las teorías de Freud, y miras también al cielo.
Las nubes grises y planas, se parecen a tu cuerpecito. Ambos me dan paz y tranquilidad.
Ahora te observo yo y respondo a tu telepatía.
Te digo susurrándole al inconsciente que me gustan tus brazos flacos y que cuando me abrazas tiemblas.
Aunque no hay porqué temblar. Yo no te quiero comer.
Que quiero acariciar tu cabello y olfatear tu swetter gris, porque me gusta. Huele fresco, a un papá.
Divago y empato contigo con las teorías de Freud y me miras.
Sonríes.
Verga.
Que mirada, que dentadura.
Que pureza, que sencillez.
Hay un charco frente de nosotros y quiero que brinquemos en él descalzos.
Que nuestros pies se presenten y se pregunten cómo están (aunque las manos se pongan celosas).
Quieres salir a comer pero nunca comes. Pero solo quieres hacerlo porque es conmigo.
También quiero compartir emparedados, y más café que fruta.
Ya estamos en un bar y nos encontramos a unos amigos míos (porque conozco a casi toda la ciudad), y con ellos venían unos tuyos.
Nos abrazan mucho y nos dicen cosas burlescas. Es lindo. Como cuando teníamos 14 años y aún era difícil decir que nos gustábamos.
Hueles rico, te beso tu cachete, dibujando con mis labios la forma de mi corazón en tu cara.
Tu swetter es suave, tus manos están cálidas, estás temblando.
Recargo mi cabeza en tu hombro y recargas tu cabeza en mi cabeza.
Hueles mi shampoo y aprecias la caída de mis mechones sin cepillar.
Hablamos de películas, hablamos de música, hablamos de poesía,
Platón, Aristóteles, Sócrates, una serie nueva que nos encanta, de la democracia, de la economía, del cambio social,
de tus ideas, de las mías, de tus pensamientos, de los míos (pero no nuestras confesiones).
Hoy bebemos cerveza y vino, y café, y tequila y perla negra. No me gusta el licor dulce pero lo bebo porque es contigo.
Y reímos, y rockeamos y yo me muevo y grito como loca. Y tú estático, bebes y ríes, y me miras y sonríes.
Te pregunto por tu padre y tu mirada baja arrepentida.
Te pregunto por tu madre y tu voz cambia.
Te pregunto por tu día, por tus planes, por tus heridas.
Hablas. Soy tu consuelo. Tu psico. Tu mejor amigo. Tu oso de los 6 años.
Tu nana. Tu nanis. Tu confianza. Tu cómoda.
Nunca nos quejamos. Que rico. "Desprendemos buena vibra", dices.
Te tomé una foto. Estás en el teatro. Estás distraído. Me encantas.
Quiero visitarte en el trabajo, pero me da vergüenza.
Sí, también soy tímida, aunque no lo creas.
Te regalo canciones y poemas.
Me escribes y me haces sentir especial.
La vida vale la pena.
Porque lo vales tú.
Lo que no sabes es que hoy me hicieron sentir inútil y leer tus cartas enviadas por palomas vírgenes de Yucatán,
me llenan de ilusión y aire en los pulmones que se desploman: suspiros que hacen brillar los ojos. Es bello que existas.
Cine contigo y críticas de color, fotografía, actuaciones y palomitas.
Te tomo la mano porque quiero tomarte la mano.
Son las dos de la mañana y seguimos fuera de mi casa,
compartimos nuestros pasados y escuchamos música.
Tengo tu encendedor en mi bolsillo.
Hablamos de la serie. Me río de un comentario que haces.
Te pido un taxi. No me atrevo a besarte. Hueles rico.
No te quieres ir. Yo no quiero que te vayas.
Es tarde. Tenemos sueño. Nos abrazamos.
Llega un auto. No es tu taxi. Sales de ti. Salgo de mi.
Nos besamos. Tus labios delgados ahora son rojos.
Tus mejillas se sonrojan y nos besamos otra vez.
Tomo tu cara con mis manos como si tuviera un globo de agua: con cuidado, delicadamente.
Tienes un ser enamorado en mi.
- Autor: Nadia Almazán (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 8 de julio de 2018 a las 17:04
- Comentario del autor sobre el poema: tu presencia, tu tiempo y tu espacio que siempre me brindas, gracias.
- Categoría: Amor
- Lecturas: 81
- Usuarios favoritos de este poema: Shane Spielrein, Bienvenidos, AZULNOCHE, Robert_Roca
Comentarios2
Que lindo leerte!
Un saludo.
Uno de mis poemas favoritos de siempre.
Te agradezco. Es que es así.
Muchas veces no nos percatamos de qué tan importante es la existencia propia para el otro. Quizá por que lo vemos insignificante. Pero no es así.
Siempre somos maestros para el otro. (No hablo de mí)
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