Ninguna
Por su puño y su palabra,
su entereza y su forma de pensar,
el Imperio no pudo doblegarlo.
Más que honores defendió la libertad,
la paz, la justicia y la equidad.
Trascendió la noción del cuadrilátero
con aguda inteligencia y con valor;
sus guantes, como mazos, aplastaron
la estulticia, el fanatismo y la crueldad.
A la guerra le negó sus galardones
en las hinóspitas selvas de Vietnam;
y Occidente, con su blanca hipocresía,
vetó sus triunfos de regio boxeador.
Nació para la gloria con su muerte,
más allá de tartufos y políticos,
sobre el vasto horizonte americano,
en los estadios de la eternidad.
Amo y señor del excitante ring,
aceptó sin modestia el desafío,
deslumbrante y poético en su estilo,
noqueando sin piedad a los rivales.
Bajo las luces de los reflectores
África y América se unieron
en su sensible corazón de esteta
como espinada rosa de los vientos,
marcando su deriva y su derrota
en el mar turbulento de la fama.
Que nos canten los bardos sus hazañas
y el Islam lo recuerde en sus mezquitas,
las huríes le prodiguen sus deleites
y El Más Grande lo reciba en su morada.
Comentarios1
Gracias por compartir.
Gracias a ti, Reyna, por tus palabras.
Recibe un cordial saludo.
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