Eternamente inconcluso
Exhausto corro entre brumas y escalo montañas. En las alturas veo un abismo que me lanza hacia los mares infinitos de lejanas galaxias. Yo: un microbio gigante, chupando la sal de mil fuegos en la nieve de un planeta inexistente. Subo. En lo alto diviso a Petrarca y doy saltos sobre su hígado para que bote todos los quejidos de la tierra: la tristeza melancólica donde beben todos los poetas, el agua que sirvió de espejo a extinguidos ritos.
El viejo bardo está pariendo. Homero le sirve de partera para que esta raza maldita de componedores de palabras estire el mito de La Ilíada y Valmiki siga defecando su Ramayana en la copa de vino de Khayyám, bajo la noche llena de fuegos fatuos y lunas rapaces en Kamaresh, la ciudad de los mil alminares.
Petrarca grita, mientras salen como conejos voladores, de sus gastados testículos, torrentes de advertencias a los borrachos, consejos para las meretrices y obscenas muecas al Poder. Las furias de la vieja Hélade parecen resucitar para callarlo, pero el bardo las ignora y advierte: “reivindico a Séneca y me niego a beber la cicuta espiritual con la que Roma quiere castrarme. Soy la perversidad y el amor; lujuria y furia soy ¡Oh, inocente de mí! Mi voz es la de todos los poetas y salto al Siglo XXI, metido en un software para hacer morisquetas, mientras me miras con tus ojos de doce mil millones de ojos de los muertos en todas las guerras. Hay miedo en tu mirada, deseo y lascivia en los poros de tus senos; requiebre tembloroso en tus caderas cuando se abren para devorarme tiempo infinito y corto, tan largo como el tamaño de mi ansiedad”
Una fuerte ventisca azota a Florencia. Galileo es prisionero en su propia casa. Corro a guarecerme en una oscura cavidad del palacio de los Médicis y la voz de Petrarca me sigue: “A los que vendrán os digo: Escriban, mientras quieran y puedan; sigan adormeciendo las almas, resguardándolas del fuego grande que se avecina y no os dejéis tentar por un embaucador llamado Nostradamus, que predicará vuestro fin. ¡Oh, bacteria humana! usa la palabra y cabalga con los cantores que como yo, de la mano de Dante y Neruda le ofrece una serenata a Margarita Gautier y una flor a los sueños que se expresan en la pupila de una mujer enamorada cuando se entrega o en la sonrisa de un niño, que es como el agua clara y las primeras luces del alba, dones de la naturaleza que ensanchan el espíritu de los buenos y alimentan la cólera de la perversidad, que conspira en la noche cuando las doncellas duermen y yo busco un suspiro de mi amada para perderme con ella y regresar con un soneto al acto supremo de la vida.
¿Qué debo hacer? Pregunto al poeta y me responde: “Se lo que quieras ¡Ármate de palabras! Será tu consuelo: el último si se levanta el hongo de Hiroshima en tu plato de lentejas. Llena de amor los cántaros para que beban todos los sedientos de la tierra, pero no te engañes conmigo que no soy perfecto. Dentro de mí el bien y el mal juegan al ajedrez, pero sigo la senda de Virgilio, los pasos de Ovidio y de otro mundo que nunca conocí en que Nazahualcóyotl cantó a Tenochitlan hecho mujer, mazorca de maíz, cacao y miel de flores silvestres en los tiempos de Moctezuma, mucho antes de la Noche triste”
Petrarca se marchó por el camino de los inmortales y el eco de su voz fue capturada por los ríos y el aire, trepó por las montañas y navega en todos los mares con la lira que tocaron a su tiempo, Gabriela, Alfonsina, Hernández y Lorca y todos los que nacieron y están naciendo para continuar un poema eternamente inconcluso.
- Autor: oscar perdomo marin ( Offline)
- Publicado: 24 de julio de 2018 a las 21:49
- Comentario del autor sobre el poema: Es un viaje del poeta en la poesia sin tiempo ni medida. El alma volando en los espacios sin espacios. La divina incoherencia de las imágenes y situaciones racionalmente absurdas. Hilarante y tormentoso como el carrusel de la vida.
- Categoría: Fantástico
- Lecturas: 5
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