Y sin embargo amó.
Amor, ¡que ruin que eres!
En tu trance menguo, me pongo la cadena al cuello, a una blanca piel adoro, con saliva las huellas de sus pasos borro, me vuelvo único y celoso custodio que con delirante abandono se entrega pues no concibe otro modo.
En tu ausencia aumento, y aferrándome al aire me veo forzado a mantener la cabeza apenas fuera de la negra brea de mi angustiante dolor.
Patético y víctima del sopor me desmorono y caigo como el rocío en las ropas de la flor silvestre cuando un impreciso y desangelado ¡te amo! Sale de los labios de una mujer.
En el instante en que se van, porque todas siempre se van, en frenesí busco su silueta y su sombra trago; para ver si logro sentir un poco más que éste añorante estrago. Para ver si así lleno el basto vacío de saberme solo otra vez.
¡Tú que me lastimas tanto! no sé por qué con otra máscara sigues llegando. Para por un rato mantenerme colmado, saciar mi apetito de descontrol, de dicha, de romance y orgasmo.
Las cinturas, las sonrisas, las caricias, las piernas, los senos, las vaginas. Las miradas tiernas, la complicidad, los sentimientos, los besos profundos, los ojos en blanco y la manera en que flexionan los dedos de los pies al culminar sus cuerpos de venus en volcánico placer; es decir, todo lo que conforma a una mujer me desquicia pues es inversa y proporcional la frustración y la felicidad en la que me hunden y elevan y son también la causa primera por la que coge la pluma cualquier poeta.
Como quisiera no desear tener y retener. Como quisiera ser yo el que se va y no el que se queda, sembrando lágrimas en el horizonte.
- Autor: Pepe Golpe (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 31 de julio de 2018 a las 15:12
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 40
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