DOS HERMANAS
Ayer salí por la noche
a penas sin tener ganas
sin luna de blanca perla,
la noche de doble capa.
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Fui bajando por la arena
entre la seca y mojada
y sentí como de lejos,
el canto de varias garzas.
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La noche se hallaba fría,
el silencio se acostara,
el eco marchara lejos
y la mar tenía guardias.
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Me fui acercando a la orilla
donde las olas bramaban
y vi dos hombres con redes
en la orilla de la playa.
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Yo les di las buenas noches,
ellos ni media palabra
y al lanzar el resplandor
de mi linterna encarnada,
taparon los dos el rostro
y se pusieron de espaldas.
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Me angustié por atrevido
ya que nada me importaba,
mas usando el poderío
que siempre tuvo la playa,
me apoyé para saber
a ver que peces pescaran
y cuando lancé la luz,
sobre la red y las algas,
se taparon sus melenas
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y con las manos la cara,
y de pronto di la vuelta
la vuelta para mi casa
pensando quienes serían
aquellas extrañas caras
pues lo supe de repente
por la red y por la barca.
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Pues resultando el misterio
de dos personas extrañas,
vinieron a ser mujeres
vestidas de ropa de aguas;
que estaban pescando solas
solitas las dos hermanas
porque la madre y su padre
los dos enfermos estaban
de pulmón y pleuresía
pero alimentos faltaban
de aquella casita pobre
tan pobre y olvidada
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por toda la vecindad
sin corazón ni entrañas
mas gracias a las chiquillas
que por dos hombres pasaban
en las noches taciturnas
pescando desde la playa
y conseguir el sustento
para todos los de casa
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y se vendían la pesca,
mintiendo que la compraran
a hombres de la "rapeta" (cerco)
y así, sus hechos salvaban
de toda mosquita muerta
y de las lenguas más largas
por tenerlo por vergüenza
que dos mujeres honradas
trabajasen con sus redes
de cerco desde la playa.
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En las noches del invierno
cuando la mar se calmaba
para solventar la vida
la vida que agonizaba
en una casa de piedra
en la sombra y solitaria,
y en esta sombra vivían
gracias a las dos hermanas,
que pasaron sin escuela
y a nadie les extrañaba,
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que aquellas lindas chiquillas
desde la más tierna infancia,
no supiesen de un pupitre
para liberarse el alma,
pero era la pobreza
que las tenía cercadas,
padeciendo mil tormentos
y tantas cosas amargas;
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así pasaban la vida
de forma humilde y callada,
gracias a las dos chiquillas
a dos unidas hermanas,
intrépidas marineras
como los hombres de alma
mas cuando las vio la luna
desde una triste alborada,
descendió por su escalera
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y llamó las madrugadas,
y al canto de las mareas,
y a sus tambores de nácar
para llamar a las peñas,
y a todas las mansas playas
y al misterio de las rías,
y al silencio de la anclas,
a las proas de los barcos,
y a todos los catalejos
que cuelgan en las bitácoras,
para observar en los mares
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las destacadas distancias
y por ellos se vean velas
de corbetas y fragatas
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Pues llamando a las estrellas
que al festejo se sumaran,
mas tarde llamó a los vientos
y a las más negras borrascas,
y a los chubascos de nieve
y a los fríos que pasaran,
aquellas lindas chiquillas
con la rapeta en la playa.
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Y al final llamó a la luna
por una fortuna encontrada
por aquellas dos chiquillas
en una barca enterrada,
en el rincón de la ría
que desde siglos estaba,
llena de cofres con perlas
y de verdes esmeraldas,
pero la luna con fuerzas
aquella grande fortuna
la luna les entregaba,
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un mapa con cuatro firmas
como una herencia encontrada,
para aquellas dos chiquillas
para aquellas dos hermanas,
las que pescaban con redes
y con su negra chalana,
las que pasaban por hombres
y se tapaban las caras
para que nadie supiese
la pobreza de su casa.
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EN LA LEJANÍA
Ansiedad mía, amada mía
te veo en la inmensidad cautiva
y por las rutas del mar te veo volar
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cual gaviota alegre vas planeando
con el afán de besar el amor de tu vida
bajo el preludio del amor de la medusa
y con ella está mi musa la divina
a quien yo la quiero desde el alba
hasta los relámpagos del día.
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Es a ella la que yo amo y la llevo
en mis vientos y en la lluvia bendita
es la duna donde mi amor se acuesta
y la brisa descalza la besa y a la caricia
es la mía libélula la que me da vida
y besos de trova es la mía poetisa.
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Nena mía adósate a mi pecho para la gloria
en la divina dicha para querernos y amarnos
desde la campanas y desde tus mandolinas.
Ven gondolera mía que te llevaré a Venecia
desconocida y allí soñaremos tu y yo
lo que nunca soñaríamos
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y ya lo verás que maravilla
vas a sentir desde tus laberintos
lo más sublime de la corriente sensitiva.
- Autor: Fco. de Sotavento. (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 1 de agosto de 2018 a las 11:03
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 22
- Usuarios favoritos de este poema: Juan Senda, Aichi, itxaso
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