Es un café amargo, de buena textura y aroma como le gusta a Sofía, mientras observa el atardecer sentada en aquella terraza de aquel café que la hacía sentir bien.
-El primer sorbo es el mejor –pensó al momento de dar un suspiro absorbiendo aquel aroma que le recordó a sus padres, cuando compartían la merienda en la cabaña donde vacacionaban cada verano-. Esos días jamás volverán.
Sin darse cuenta de que ya había estado ahí, observo el atardecer, lleno de calma esos colores rojizos transmiten tanta calma, combinando perfectamente con ese café lleno de…
-¿Qué estaba pensando?, vaya cada día me siento perdida –se dijo a sí misma llena de tristeza –En fin, no desperdiciare mi vida en pensamientos que no me llevan a ningún lado, mejor disfrutare de este bello atardecer y este café.
El segundo sorbo le recorrió todo el camino hasta el corazón, esa sensación le recordó ese viaje de su juventud, cuando conoció a Jaime su marido, un hombre fuerte por fuera, aunque ella supo cómo llegar a su corazón.
-Disculpe, Sofía ¿necesita algo más? –pregunto el camarero.
-¿Cómo sabe mi nombre? – contesto Sofía un tanto asustada.
-Usted ha venido toda la semana que he estado trabajando aquí señora, lo siento no quise incomodarla, tratare de atenderla de la manera adecuada, así que ¿hay algo que necesite?
-No, gracias…
-Arturo –interrumpió el joven camarero –si necesita algo solo dígame.
-¿Estaré olvidando cosas? –se preguntó, al ver que llego la noche.
De pronto, a Sofía la invadió una profunda tristeza que le hizo sacar una lagrima, sabía que algo estaba mal, un vació dentro de ella.
-Hay algo que está ahí, lo sé pero no puedo recordar –No entendía, era la primera vez que le pasaba algo así, le dolía hasta el corazón, intuía que algo olvidaba, algo tan importante como para sentir ese pesar.
-¿Cómo ese atardecer se convirtió en oscuridad llevándose toda mi tranquilidad?, acaso me estaré volviendo loca, no importa sé que algo está ahí, ese algo o alguien, lo encontraré –se dijo entusiasmada tratando de vencer esa tristeza.
Sin pensarlo tomo entre sus manos temblorosas pero fuertes esa taza de café, para acabar de una vez y dejar ese lugar tan melancólico, el último trago le hizo sentir un calor interno, de esos que sientes cuando la paz te lleva de su mano.
-¡shh, shh, mira!–resonó una voz en el interior de Sofía – ¡estás ahí, mira hacia abajo, estoy aquí!
Dentro de aquella mujer, se encendió una armonía que le ahuyento todos sus miedos, de pronto ese café le hizo recordar.
-Ahora comienzo a recordar, a mis padres, mi marido y también…
-Voltea hacia abajo –se escuchó dentro de aquella taza interrumpiéndola –mira mamá, tú que estás ahí.
- Autor: Enrique Durán ( Offline)
- Publicado: 4 de agosto de 2018 a las 21:15
- Categoría: Surrealista
- Lecturas: 40
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