El androide poeta

Como cada domingo cuando me toca trabajar en el turno de día, me he puesto a repasar las noticias de última hora en internet. En lo que se refiere a la actualidad nacional, nada fuera de lo común para una jornada española típica de agosto: Un señor de avanzada edad que, al ver a una chica cuyas mallas dejaban a la vista las tres cuartas partes de sus nalgas, ha sufrido un golpe de calor; Una señora que estaba tomando el sol en la playa y cuando se ha venido a dar cuenta se le habían derretido las gafas de sol hasta que se le han fundido con las cejas, siendo necesaria la actuación de los socorristas, que han tenido que despegárselas con disolvente; retenciones de tráfico de más de 10 horas en la M40, dirección despeñaperros, porque una familia de marroquís que viajaba con su casa en la baca del coche se han quedado atascada en un túnel... Más de lo mismo cada verano de no ser porque, al pasar al ámbito internacional, algo ha llamado mi atención poderosamente. Al parecer, un equipo de científicos estadounidense, en colaboración con la multinacional electrónica IBM, han ideado un robot capaz de crear sonetos. Se trata de una red neuronal que ha sido entrenada con la técnica y las palabras de Shakespeare, hasta que han conseguido, con gran éxito, que el aparato crease y recitase una serie de sonetos bastante aceptables. Es, sin duda, un pequeño paso para las máquinas y un gran paso para el arte. Los sonetos paridos por el androide se mantienen en secreto, bajo estrictas medidas de seguridad, que no han sido suficientes para evitar que uno de ellos saliera a la luz, y dice así:

Desde que te fuiste con robocop

dejándome como software en pena,

se me ha desintonizado la antena

y el microchip lo tengo en modo de off.

Sin piedad destrozaste mi sensor

y ninguna computadora llena

este mecanismo lleno de arena

ni logra calmar mi memoria rom.

Puesto que así lo has programado, espero

que sus clavijas sean tu deleite

y que consigas conectar con él.

Tendré que reunir mi fuerza de acero

cuando cesen las lágrimas de aceite

para que no se me oxide la piel.