Grito que alcanza a otro grito.
Y en susurro se convierte.
Rumor que en grito se tuerce,
cuando la verdad perece.
Paso sereno y tranquilo,
pero que trotando muere.
Letanías que abren las puertas,
de ocultas vanalidades.
Temor que en miedo transmuta,
Terror que el miedo germina.
Miedo que en pánico aflora.
Cuando el corazón se aferra,
a la vida que termina.
Horror de ver la codicia,
arrebatando las almas.
Ladrones de la conciencia,
que sucumbe a sus palabras.
De nada sirve llorar,
si las lágrimas se pierden,
unidas a las del mar.
Como a la deriva va,
la balsa de los deseos.
Empujada por los vientos,
que alientan su deambular.
Buscando una humilde cala,
donde poder reposar.
En el filo de los tiempos.
Hacia un remanso de paz.
Tiembla la razón confusa,
cuando el cerebro se atora.
Tiembla el bebé cuando llora,
buscando un cálido abrazo.
Duerme el niño en el regazo,
Seguro en el mismo abrazo,
que antes calmaba su pena.
Sin conocer la condena,
de perderse despechado.
Lejos de sentirse amado,
del cobijo que le alberga.
Lloran los ojos por dentro,
cuando son pocas las fuerzas.
Las lágrimas se diluyen,
con la sangre de la venas.
Ya no pueden remontar,
para salir hacia afuera.
Se ha secado el lagrimal,
por el peso de la pena.
Más la mirada refleja,
la fuerza de la condena.
Aferrate a los sonidos,
que alberga tu corazón.
Deja como un diapasón.
Que afinando los latidos,
vibre al tono de tu voz.
Que despierten los sentidos,
dormidos en un rincón.
Que derrame al exterior,
los anhelos reprimidos.
Deja que otro corazón,
se acompase al mismo ritmo.
Temores que se disuelven,
en un corazón amigo.
A.L.
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- Autor: alupego (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 16 de agosto de 2018 a las 02:31
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 66
- Usuarios favoritos de este poema: Luis E. Calderon Romero
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