[Narraciones de Claustro Universitario y Extramuros Académicos]
Por Alberto JIMÉNEZ URE
Todos los sábados, Alberto Valderrama, Tony Camille Salvatore y yo nos reuníamos con el propietario de la Editorial Venezolana [José Luis Moreno] en la esquina de la Calle 34 con Avenida 04, Sector «Glorias Patrias» de Mérida. En un quiosco ahí instalado, comprábamos la «prensa burguesa»: como calificaba la izquierda intelectual universitaria a los diarios El Nacional y El Universal. Hablábamos, fundamentalmente, sobre sucesos políticos. Moreno me preguntó si tenía alguna obra nueva e inédita y le mencioné que mi novela «Aberraciones», título que llamó su atención.
-Dame los originales y el disquete –me dijo-. La leeré. Podría publicarla.
Pocas semanas más tarde, en el Supermercado Estándar, nos reencontramos: un negocio muy surtido, donde solíamos hacer nuestras compras de víveres:
-Tu novela está en proceso de edición […]
-¿Tan rápido? –le pregunté, asombrado-. ¿Te creo?
-Vigila el proceso, también eres editor. Elige una portada.
-Haré el petitorio a un artista plástico de apellido Poyer.
Cuando entré con José Luis [la primera vez] al área de las máquinas rotativas, imprimían ejemplares de Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez y también mi libro.
-Qué maravilla –comenté al empresario-: imprimes un «best seller». Te llenarás de billetes.
-Son más de tres mil ejemplares –me susurró-. Pero, no has visto nada […]
No terminaba el Año 1987 cuando tuve en mis manos los primeros ejemplares de Aberraciones. Moreno me entregó cincuenta, que obsequié a pocas personas: investigadores de literatura, docentes, críticos. José Luis se encargó de distribuirlo a librerías. Estaba organizado. Un librero chileno [que viajaba por toda Sudamérica] compró mil.
Al cabo de menos de dos meses, el malsano rumoreo sobre la trama incestuosa de Aberraciones comenzó perjudicarme. Recibía miraditas de reproche. La intriga fue tan severa que muchas amistades dejaron de tratarme. María del Amparo Pastor y Cos, profesora de la Escuela de Letras, atrevió incluirla en la lista de libros que analizaban los estudiantes en su cátedra. Sin embargo, una alumna del docente y bibliófilo Diómedes Cordero me contó:
-Con un ejemplar de Aberraciones, sarcástico, el profesor dice que Ud. es uno de los pocos escritores a los cuales no importa que todos se enteren practica el incesto […]
-Me difama –dilucidé-. No tengo hijas.
Rápidamente, la primera edición desapareció. Pese a que el Director Nacional de las Librerías «Kuaimare» me transmitió, enfadado, que por culpa de mi novela su embarazada esposa tuvo «sangrados vaginales» leyéndola, Moreno me informó haberla vendido totalmente. Un amigo de la Facultad de Humanidades [Roberto Chacón] fue nombrado Director de Publicaciones de la Universidad de Los Andes y, al poco tiempo, publicó la Segunda Edición de Aberraciones (1993)
Un profesor de la Facultad de Ingeniería llamado Felipe Puleo Pizzani me advirtió, en la calle, que recogía firmas en la universidad para que el texto fuese prohibido e incinerado.
-Nuestra Universidad no debió publicar eso –Furioso, impelió-. Eres un degenerado. A mi esposa indignó leerla.
-¿La obligué? –inquirí-. Piensa lo que te plazca, no perderé horas explicándote lo que es Ficción Literaria.
Durante esos días conocí una famosa actriz de Radio Caracas Televisión [RCTV], Doris Wells. Ella sentó a mi lado, en un ya desaparecido cafetín que frecuentábamos los intelectuales y artistas de la Universidad de Los Andes. Vestía como una chica común y corriente: jeans y blusa, pero con un sombrerito gris.
-Te pareces a John Lennon –inició el diálogo-. ¿Quién eres?
-Albert, un escritor –le tomé su mano izquierda y se la apreté-. ¿T tú?
-Una chica cualquiera.
-Pero, tienes nombre: ¿cierto?
-Ja, ja, je: ¡claro! Soy una turista […]
-Bien, ¿te gustaría conocer el Edificio Central del Rectorado donde trabajo? A los visitantes foráneos les agrada.
-Llévame.
En las áreas del Rectorado, las secretarias murmuraban señalándonos. No era comportamiento normal en ellas. Entramos a mi Oficina de Prensa y ahí supe por qué las muchachas mostraban alborozo. Le presenté mi nueva y sin nombre amiga [todavía no me lo había dicho] a la secretaría Nellys Castillo quien, emocionada, expresó:
-¡Mucho gusto en conocerla, Doris Wells! La admiro, siempre veo sus telenovelas.
Doris me tomó por el brazo expresándome su deseo de salir. Antes, tuvo que firmar, amablemente, algunos autógrafos al personal femenino de los distintos departamentos administrativos que funcionan en el Rectorado.
Me invitó al Hotel Park, donde se hospedaba. Yo vivía muy cerca, en la Calle 35, «Sector Glorias Patrias».
-Ya sabes quién soy –sonriente, musitó besándome-. ¿Almorzarás conmigo?
-De acuerdo, amiga –confirmé-. Te daré un ejemplar de mi novela Aberraciones. Su trama me causa problemas. Limpian las inmundicias de las calles de Mérida conmigo, mancillan mi reputación.
-Vine a Mérida para escapar de quienes pretenden golpearme en Caracas quienes están convencidos que soy, en realidad, cada mujer mala que interpreto. Me precipitan llantos. Estoy muy deprimida por ello. Quiero que seas mi psiquiatra.
-Puedo ser tu escritor favorito. También tu confidente. Los psiquiatras lo son […]
-Estoy desahuciada, Albert: irrumpes ante mí como un hermoso ángel cuando me queda poco tiempo de existencia.
Lloré, lloramos y nos abrazamos sempiternamente porque la muerte también es ficción.
- Autor: DEMÓDOCO ( Offline)
- Publicado: 19 de agosto de 2018 a las 07:05
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 26
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