Te recordé y fue una espada
la que atravesó mi corazón,
sentí el aroma que tanto me gustaba
de tus cabellos negros, ilusión.
Un sin número de dulces melodías
a mi cerebro hiciste recordar.
¡Oh mujer, náyade de pleitesías
como es de difícil poderte olvidar!
Te recordé y fue una emboscada
para mis débiles sentimientos;
tu aroma, tus besos, lo que dabas
se quedó incrustrado en mis pensamientos.
Tú fuiste magnánima poesía
una sutil brisa repleta de amor;
dejaste un surco enorme en el alma mía
y, para siempre, ese fiero sin sabor.
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