Al llegar a la orilla del mar en el cual la sal brinda ese tono azul tan peculiar, tan sublime a esa hora de la madrugada, miró una roca lo bastante cómoda para poder sentarse para descansar y observar con mayor precisión ese azul mágico.
-¿Será este el lugar perfecto?- se preguntó a sí mismo mientras veía con asombro ese tono que lo llenaba de un húmedo sentimiento, a la vez que recordaba todo el camino que tuvo que recorrer lleno de desvíos y cuando menos lo esperaba aquél sendero sólo lo llevaba al mismo lugar en el cual comenzó.
Ahí sentado con la cabeza inclinada en señal de desasosiego y cansancio simplemente podía pesar en que no fue tan buena idea el salir de su tierra.
-¡Diablos! justo ahora estaría mejor en casa, con mi familia, con mis costumbres y sencillez pero me dejé llevar por esta curiosidad, no sé porque me hice caso, ni aquí ni allá ¿cuál es mi sitio?- pensó al mismo tiempo mientras en su interior ardía ese ideal afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, un misterioso sentimiento que lo llevo alejarse de todo, una salida fuera de lo común para poder llegar a tener esa risa perfecta que todos anhelan y pocos tienen.
-¿Qué es eso?- se dijo asombrado, pues algo raro pasaba, una sensación de euforia y alegría lo invadían, nunca antes había sentido algo así una fuerza extraña lo llamaba pero no lograba entender de dónde, en ese momento entendió y alzo la mirada…
Sus ojos no lograban entender, eso era belleza en su perfecta expresión, ese ideal ahora apuntaba no a una estrella sino a todo el cosmos.
-Una bóveda, una bóveda celeste esa es la respuesta, salir de casa para recorrer ese camino lleno de dudas, tristeza y soledad valió toda la pena del mundo, ahora no estoy solo, nunca más lo estaré, en esta inmensidad mi planeta es sólo un punto pálido azul y yo soy otro punto pálido en él, yo pequeño en esta inmensidad soy el medio para que el cosmos se conozca a sí mismo-.
- Autor: Enrique Durán ( Offline)
- Publicado: 15 de septiembre de 2018 a las 22:52
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 20
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