El color violeta.
Quiero un extracto de color violeta, una lágrima que sea casi perfecta, casi transparente. Que con fulgores violáceos pueda enseñarme cuanto dolor tengo en mis venas fluyendo, veneno viscoso y silencioso.
Quisiera destilar una sola gota que te defina a ti en cada una de mis horas, que en esa pequeñita porción de agua salina cupieran tus ojos llenos y vacíos, tus gestos al hacer el amor, tus gemidos y tu estúpida costumbre de lamerme la mejilla.
Que cupiera también las marcas y los lunares que te adornaban azarosamente la espalda, la manera en que inclinabas la cabeza si no entendías nada, tus labios que me dieron los besos más dulces y jugosos que hasta ahora nadie más me ha dado y la lejana sensación parecida a un recuerdo difuminado o a un presagio, sensación que me abruma todavía de que eras tú y de que tú debías ser, pero no, te fuiste por eso tengo tanto morado en el alma atorado.
Pero destilar lágrimas que vienen de un corazón antes destrozado ahora ya putrefacto es un proceso que culmina con catarsis, y que en la praxis no es nada fácil. Hay que escoger bien el llanto pues después del llanto ya nada queda de la misma manera acomodado.
Hay que despegar y abrir las suturas purulentas y hay que arrancarlas en sentido opuesto a la costra amarillenta que cubre la carne podrida.
Mientras se depura la sangre infectada hay que remover casi siempre a golpes, maldiciones y apretones la enorme piedra coagulosa de espinas circundada que obstruye la garganta.
Hay que conectar emociones en recuerdos específicos y perfectos. Las imágenes se mueven y los momentos viven de nuevo y es entonces que para aligerar el padecimiento hay que inundar los ojos con humo de tabaco y alquitrán.
Lo que resulte, lo pasamos por un filtro muy filoso al tacto llamado consciencia y es ésa pesadísima mezcla la que se convertirá al condensarse en llanto. Y se necesita mucha fuerza para ignorar el sofoco y la presión a veces angustiantes que provocan los sollozos para dejar salir el líquido deseado que en el resultado final casi siempre suele ser negro no violeta y suele ser amargo y mal oliente.
¿Y cómo se convierte el negro en malva? ¿Y cómo ayudarnos si el dolor nos hace escampar? ¿O si el olor es tan insoportable que se deja la hazaña a la mitad?
Al final sólo ansío averiguar qué momento, qué palabra, qué sonrisa o cuerpo o cara evoco antes de lograr destilar el perfume y néctar supremo. El del color violeta, color del dolor y de la melancolía, color que de manera invisible impregna la tinta de este y de todos los poemas.
- Autor: Pepe Golpe (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 23 de septiembre de 2018 a las 23:26
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 10
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.