Había miedo en tus ojos infantiles
cuando aquella tarde nos vimos en la clase.
Tú dijiste que no te encontrabas bien,
que era la gripe,
y bajaste la cabeza.
Algo se removió en mi corazón
que empezó a latir más deprisa.
Yo había visto tus lágrimas
correr por las mejillas
y no eran gotas de lluvia ni de gripe;
había algo que se me escapaba
y no querías contármelo
Al cabo de unas semanas llegó tu carta
con la tinta emborronada por las lágrimas.
Tuviste que marchar, salir de casa,
ibas a vivir con otra persona
y no querías decírmelo
Rafael Sánchez Ortega ©
05/09/18
- Autor: Pyck05 ( Offline)
- Publicado: 24 de septiembre de 2018 a las 05:50
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 28
- Usuarios favoritos de este poema: Alexandra L, Mauro Enrique Lopez Z.
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