El tiempo precede a las visiones,
confunde la escritura y traza el círculo,
el solo de un saxofón.
La música acabará con la puerta,
escucha, el cuerdo prueba llaves
y la cerradura no cede.
¿Dónde irá la palabra débil,
tu cabeza muerta, nido de insectos?
¿Dónde va el hombre que no es voz?
Un niño cruza el océano, viene de las aguas
a rezumarse en la columna
que ha de acompañarle mientras viva.
Herido por los astros deja sus ojos
en la barandilla de la noche.
Su paz alcanza para los desolados de paisajes.
Promete cantar como un coralillo,
pero los hombres están enaltecidos,
guerrean, tendrá que recurrir a treguas,
firmar pactos o rematar.
Gañines de capa y ralea le ofrecen vino,
le enturbian la voz varada en la piedra,
entre los labios un didracma.
Los caballos se espantan,
le obligan a contiendas, al peligro,
y él abandona al pequeño,
algo alguien un día quizás
le devolverá el lenguaje.
Le acompaña en la contienda un organillero
con un pez solitario color de fuego.
Cuiden el tiempo que deambula
por las calles hasta el puerto.
¿Qué tendrá con los océanos?
Navega junto a egipcios,
romanos, incas, piratas y vikingos.
Hunde la lanza y no hay firme
pero canta y el pequeño existe.
Comienza un siglo de naufragios,
el tiempo remonta la ensenada
el país del alma comercia
con el atardecer.
El cuerpo es un humo arrogante
que sueña y desemboca en algún escollo
donde espera el niño,
¿sano o muerto?
¿Sabes tú, acaso,
más que ellos?
del Cuaderno del Moro, 1990, Letras Cubanas
esas alas de los navíos
Homero
- Autor: Margarita García Alonso ( Offline)
- Publicado: 28 de septiembre de 2018 a las 05:51
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 26
- Usuarios favoritos de este poema: El Silente Vagabundo
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