Si por fin, levantas tu mirada
del suelo, verás un cielo
azul inmenso y cientos de aves
cantando a las primeras
nubes que aparecen con el alba.
Ya se siente ese fresco matutino
de los días otoñales
y el sol cae cada vez más temprano,
sin tener que esperar
paciente a que callen las chicharras.
Podrás oír al silencio
en las noches serenas, cuando sólo
hablan de amor los luceros
allá arriba, hasta que llega el alba.
El agua en que te bañabas,
está helada ahora
y empaparse de ella, es como
purificar el alma
para brillar como una estrella.
El olor a vida que el arrayán
y el romero regalan,
un privilegio bajo tu ventana,
donde siguen jugando
los niños, creciendo ajenos al caos
inevitable en que
a veces, gira injusta la vida.
Las charlas y risas amigables,
se terminan a menudo,
pues la lluvia caprichosa nos
sorprende siempre
a destiempo y sin paraguas.
Los jovencitos conocieron ese amor
veraniego que mata Septiembre
y algunos con suerte,
lo retomarán al verano siguiente.
Las lecturas en la siesta,
tranquilas y sosegadas, pasan
páginas de otras vidas
que te emocionan y embriagan.
Ante tanta belleza...
Te pregunto entonces, aunque
ya las hojas caigan...
¿Por qué esa otoñal tristeza?
¿ Qué te pasa, que más necesitas,
si no necesitas más nada?
Y con la cara ya, vestida de otoño,
esbozaste media sonrisa
sincera, despertando así del letargo
que tanto te cegaba.
“Gracias”, me dijiste;
agradecido por tanto como cada amanecer nos regala...
¡Venga ya, Don pupas! Deja
a un lado tu pena,
que el Universo te aguarda.
Pilar González Navarro
Septiembre 2018.
- Autor: Pilar Gléz Navarro (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 28 de septiembre de 2018 a las 22:46
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 22
Comentarios1
Un hermoso poema te felicito Un abrazo
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