Para mi abuela Luisa
De lo alto de los edificios de París
cae la ceniza
que sacude la mujer
que vive en la buhardilla
y se ocupa de bibliotecas,
limpia antologías,
deposita libros
uno a uno
en el sentido del abecedario.
Su mano compone habitaciones,
los zapatos —el rojo
con el talón delicado a un lado—
Tose la negrura,
las infinitas capas de hollín
denuncian tráficos en el mercado
cuando fuma
a escondidas cigarrillos negros.
En las calles adoquinadas
el interminable polvo cae,
cae en la cuesta,
cae en toda la barriada,
en las casas que no le pertenecen,
las casas sucias
donde purifica el oro,
el vidrio de bacará,
la botella que no puede abrir,
no puede romper,
no puede sacudir
para no alterar el vino de 1764
—nunca sabrá si es amargo
o la uva desafió la inmortalidad.
Su pelo se agrisa
sus ojos lagrimean
en el pañuelo bordado
por la abuela en América
mientras cae,
cae ceniza
de lo alto de Montmartre,
cae y se acumula
en montículos
junto a las castañas que hieren
y otra vez amanece,
sacude, sacude,
respira.
- Autor: Margarita García Alonso ( Offline)
- Publicado: 5 de octubre de 2018 a las 07:38
- Comentario del autor sobre el poema: les invito a leer otros poemas en ISLIADA, sitio dedicado a la Literatura cubana contemporánea que ha tenido a bien publicarlos. gracias. https://www.isliada.org/confesiones-de-vagabunda/
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 30
- Usuarios favoritos de este poema: Shane Spielrein, El Silente Vagabundo, Mauro Enrique Lopez Z.
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