LIRIOS EN EL LODAZAL

Luna de sangre la llaman.
Pero solo es el reflejo,
de la atmósfera que arde,
en las dolidas gargantas.
De indignación sigue roja,
al ver que el tiempo se acaba.
Que hasta se consume el aire,
porque el Hombre no hace nada.

La existencia se confunde,
al derrochar las riquezas,
que la Tierra nos regala.
Llenándose los bolsillos,
de lo que a otros les falta.

Y se agota la paciencia,
de las fuerzas naturales.
Presas en el torbellino.
Sumidas en la vorágine.
Enflaquecidos recursos,
que ya no respeta nadie.
Miserias a flor de tierra,
que se agotan al socaire,
del deseo irrefrenable,
del que la diezma y detrae.

La belleza se contrae,
cuando el ataque es salvaje.
Cuando se van ponzoñando,
los prístinos manantiales.
Cuando se arrancan de cuajo,
los principios que la paren.
Y arrebatan sus semillas,
la indiferencia cobarde.

Más honda se hace la herida,
cuanto más se ensaña el Hombre.
Y más se pudre la vida,
cuando se desprecia el hambre.
La Tierra así se marchita,
como se agostan los valles.

Grande quien siendo pequeño,
lo pequeño lo hace grande.
Y noble quien la nobleza,
a sus actos da coraje.
Tiempo de luchas internas,
que en su núcleo se debaten.
Como fieras enjauladas,
por la conciencia cobarde.

Todos los ríos confluyen,
en la inmensidad del mar.
Arroyos y riachuelos,
a su seno arribarán.
Manantiales y veneros,
a su cuerpo abrazarán.
Como una madre orgullosa,
generosa todo acoge,
en su gigantesco vientre.
Que amamanta sin cesar.

No mira el Hombre hacia atrás,
porque el miedo le doblega.
Y mirándose el ombligo,
desprecia a la Madre Tierra.
Caso omiso hace al distinto,
aún siendo distinto él.
Y en un negro laberinto,
va huyendo de su deber.
No se detiene a pensar,
devorando lo que atrapa.
Negando la realidad.

Hay tiempo de revertir,
la enfermedad contraída.
Y en parte recuperar,
la vida ya consumida.
Es preciso contemplar,
la devastación causada.
Tomar conciencia del daño.
Para restañar la herida.

Lirios en el lodazal,
desafiando al destino.
A.L.
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