GESTOS, RICTUS, MUECAS

No perdona el corazón,
el desprecio de los gestos.
Ni perdona las palabras,
inyectadas de veneno.
No perdona la traición,
del que sigue a nuestro lado.
Ni la necia indiferencia,
del que le tiendes la mano.

Sonrisas de quita y pon.
Que sentencian unas veces,
y otras solo un rictus son.
Muecas que dictan condenas,
o desprecian la razón.
Actitudes generosas,
que apelando al corazón.
Rescatan de un negro abismo,
al que se hunde en su interior.

Aunque elegantes maneras,
subyuguen al corazón.
A menudo son disfraces,
que ocultan otra intención.
Sincera quiero la mano,
que a la mía de calor.
Nobleza quiero en los ojos,
que miren en mi interior.
Y una palabra de aliento,
que salve otro mal mayor.

Claveles en el jardín,
de los amores perdidos.
Entre guedejas de olvido,
dormidos en un rincón.
Flor marchita que renace,
en el devenir sin fin.
Cambian antiguos colores,
como en un calidoscopio,
que gira en el corazón.
Errático es el aliento,
cuando el recuerdo es canción.

Descoloridas imágenes,
plasmadas en un cartón.
Sugerentes pensamientos,
que los latidos alteran.
Si la más pequeña fibra,
arritmicamente oscila,
como un viejo diapasón.
Evocadores objetos,
dotados de vida propia.
Que llenos de polvo están,
dormidos en la memoria.
Vientos que arrastran canciones,
que hacen quebrarse la voz.

Impertérrita la vida.
Con sus pisadas de plomo.
Avanza como un gigante,
avasallándolo todo.
Pero el viento que desplaza,
en su constante carrera.
Trae alegrías y penas.
Y va dando a cada cual,
su merecida condena.

También la vida da vida.
Y la belleza que crea.
Colma las vacías despensas,
con hermosas emociones.
Y el Hombre, así se recrea,
una y otra vez, sin prisa.
Abrazando corazones.
A.L.
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