¡Venid! ¡Venid a mí el tedio y las nubes de hastío!
¡Venid a por mí, buscad mi muerte, matad mi alma!
¡Venid!, pues no os tengo miedo, no temo vuestra larga sombra
ni vuestros gusanos.
No os temo, pues yo ya estoy muerto, ya encontré la tierra negra.
Muerto me hallé en su mirada, cuando conecté mi ser al suyo.
¡Venid! ¡Venid a buscarme imperiosamente!.
No encontraréis ni una gota de cobardía,
pues mi alma y corazón alzáronse gallardos cuando la conocí.
No, no tengo miedo.
Yo alcancé el sueño eterno siendo participe de sus ojos castaños, platónicos.
Yo tumbé mi ser al costado de sus labios, su sonrisa apolínea.
Por eso, ¡venid ignorantes jinetes del tiempo amargo! ¡Traed a mí la noche fría!.
Traed lo que consideréis , porque yo adiviné vuestra derrota en su mirar...
tan lustroso, tan eterno que la muerte con ella se tornó vida.
Un amor imberbe tendiente siempre al infinito.
- Autor: Moliner Vallés (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 12 de octubre de 2018 a las 07:41
- Categoría: Amor
- Lecturas: 46
- Usuarios favoritos de este poema: migreriana, Texi
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