Solo, absolutamente solo

Esteban Mario Couceyro



A veces, me imagino como una piedra, repitiéndome en una forma definitiva, solo espero que el que me observe, cambie por sí el ángulo, para descubrir nuevos aspectos de mi.
Por momentos, creo ser el curador, de la suma de pecados y
benevolencias de todos y es en ese momento, que surgen del fondo blanco, cada uno de mis fatigados personajes.
Al verlos, no tengo mas recurso que negarlos, de la misma manera que Pedro
negara a Jesús. Yo también de cierta forma, lloro por ellos, ya que no puedo hacerlo por mi.


Por eso deseo escribir

cosas que he vivido y no recuerdo

historias donde soy el que nunca fui

personajes redentores

naufragados en un mar gris.



Las letras, surgían espontáneas y el autor, tras el último punto, desvía su atención hacia el ventanal, absorto en sus pensamientos.

El atardecer, se oscurece de nubarrones y el viento crece tras los cristales del ventanal. La habitación se concentra en el escritorio, donde el autor, mira con fijeza la pantalla del ordenador.

Su rostro se ilumina como un fantasma en medio de la creciente oscuridad, la mirada perdida en ese horizonte inexistente en el blanco de la pantalla.

En un momento, el autor, gira su mirada como advirtiendo algo, quizá un imaginario ser, a su derecha, es entonces que retoma la escritura.





-Puedo decirte algo…-, dice con voz suave y tocándole el hombro, uno de sus personajes llamándome la atención.

Es el personaje equilibrado, que a diario pretende ser una de mis historias.



-Trato de ser algo irreverente, pues de nada serviría tomar todo con brutal seriedad.

Cuando era adolescente, pretendí ser Dios y al poco tiempo me di cuenta de lo banal que sería lograr ese propósito.

Solo dejé que las cosas fluyeran, casi sin intervenir. A esta distancia, me arrepiento de algunas pocas cosas, que marcan mis peores fracasos.

En definitiva, solo he logrado ser un hombre gris, esquivando el infortunio.

Mi mejor paga, es una sonrisa..., una comprensiva sonrisa.-



En este punto, el autor, habla entre dientes, con voz apenas audible –dices eso, como si yo mismo fuese solo un personaje, me has robado con la picardía de mi propio ego.



Afuera el viento levanta la hojarasca, que golpea los vidrios de la ventana. Más lejos, una sirena, traslada su urgencia angustiosa y el autor, se sobresalta al pensar en esa historia mínima del penante y la muerte inesperada.

Cerca, en su mesa, presuntamente alguien revuelve el café, como si deseara viajar al interior de los arcanos y misterios del vivir, pero en realidad solo intentaría llamar su atención.



Aparenta ser el personaje alegre y despreocupado, ese que afronta la vida como sus historias, con la naturalidad inconsciente del que nada tiene que perder.

Al verlo, el autor comienza a notar la presencia de los demás personajes, dispuestos a una de las tantas intervenciones, con las que pretenden rescatarlo de esos vacíos cíclicos.



Llevándose el pocillo a la boca, el autor, se toma el tiempo necesario para que todos se suspendieran y desvanecieran en las penumbras de la habitación.

Afuera, las primeras gotas de lluvia, contra el vidrio creaban un universo deforme, que de tanto en tanto, se perdía en un descenso desordenado.

Sorb, las últimas gotas del café, sabiéndose absolutamente solo, ya que todos ellos ya no estaban en la habitación.

En la poltrona, frente al ventanal, distingu la cabellera de ella, por el lateral del apoya brazo la mano aún sostenía un libro. Seguramente se había dormido.

Hace meses que no escribe, sintiendo el más absoluto vacío dentro de sus pensamientos. Ellos, sus personajes, a diario lo frecuentan y ya no distingue si son reales, o si él mismo resulta un personaje.

Ella, sentada frente al ventanal, se incorpora y enfrenta la mirada del autor, a contraluz.

La vida del autor, se detiene ante su belleza, un profundo silencio inunda la habitación, mientras intenta infructuosamente, decirle de su amor.

Un fuerte trueno, seguido de resplandor sobresalta la visión, mientras se diluye la presencia, quedando absolutamente solo, frente al texto a medio escribir, con una historia incierta, mientras la lluvia se torna torrencial.



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Comentarios +

Comentarios3

  • Carlos Eduardo

    Sin profundidad cierta, de ningún modo, pareciera que la soledad suele sentirse cuando se pierde el afuera, y cambia cuando el pensamiento está dirigido hacia el exterior: por ejemplo me prepararé para visitar a tal- desaparece la sensación.
    Un afectuoso abrazo poeta.
    Que bien hace que haya vuelto.

    • Esteban Mario Couceyro

      Te agradezco el comentario, la soledad seguramente es el escenario de los pensamientos depresivos, donde el sujeto se pierde entre las nieblas de su propia realidad.
      Ciertamente, puede ser el otro, una especie de orilla a la que se llega tras el naufragio (lo malo es que aveces resulta un peñon yermo, carente de toda posibilidad).
      Un abrazo, nadie regresa sin haberse ido...
      Esteban

    • Ana Maria Germanas

      Hola mi querido Esteban, me sumergi en tu relato, donde tus personajes, fueron superponiendose, y acompañandote.( al relator )...hasta que se diluyeron, los barrio la realidad .-
      Y quedo la lluvia.....y la soledad...hasta un nuevo reencuentro...si hubiese ...
      Muy, muy grato leerte, y entrar en tu mundo, profundo y complejo.-
      Te dejo un enorme abrazo.-

      • Esteban Mario Couceyro

        Gracias por tus generosas palabras, estimada Ana María, el relato pretende ser un viaje en ese mundo del autor, plagado de sombras inquietantes.
        Un abrazo.
        Esteban

      • anbel

        ¡Quien fuera personaje...!.
        Un placer leerte, y sentir el aroma de ese café. Un besiño.

        • Esteban Mario Couceyro

          Mi atardecer, se oscurece en nubes de lluvia, con las rachas de sol que son tus letras.
          Un abrazo.
          Esteban



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