Editorial

Hay que escribir, hay que escribir y describir a  los días brumosos y fríos de un invierno amenazante; amenazante es el enrarecido invierno preñado de días brumosos empanzados con frialdad humana, entonces hay que escribir.

Dejemos los tapujos, las sábanas de poliéster, los calcetines gruesos de lana y los espejuelos del alma. La vida es una decisión, una cuchilla que parte en dos lo que le pones enfrente, aguacates, muñecas, vidas o cañas de azúcar. Ahora es un gran momento para sedición de la piel y no para la parsimonia de las palabras, hoy el instante para un apoteósico paso lunar y no para un mísero sendero de cangrejo, hoy es un buen día para vivir y dejar nuestros muertos en paz, abandonar el pasado y sus dolientes vicisitudes en su pequeño ataúd de hecho de materia gris y dejarlo pudrir, ya fétido dejar que los gusanos lo saquen como cerilla por los oídos. ¿Sabias que los humanos más sanos producen más cerilla? Que dichosos aquellos que dejan el pasado como mierda en escusado, opulentos cobardes de sonrisa conquistadora. Pero hoy es un buen día para esta entristecida editorial de mensaje que escribo, para hacer una apología del fracaso y homologación de los honestos Cuentos Para Elefantes y la halitosis de cenicero. Siempre es un buen momento para encadenar fantasmas regordetes, esos que parasitariamente engullen los restos de largos amores inconclusos, que se atragantan con los besos que nunca fueron y beben de la labia salivosa no compartida. Es un buen día para encadenarlo y torturarlo como venganza, quizá azotes, historias de masacres humanas, gritarle incendiado el bosque de mariposas que viven en sus oídos transparentes, darle un poco de realidad a este insulso fantasma llamado amor. Ya no sonríe, tampoco llora, tiene este semblante en el rostro de abstracta incógnita, incertidumbre que defeca por sus orificios nasales, cascadas de desesperanza le nacen de sus ojos mojigatos. Aprieta más la cadena del cuello! Está falleciendo! Albricias! Albricias! Está muerto!.