1.
La noche quieta,
siento un vago rumor,
náuseas de alas rojas,
¡qué cerca está el cielo!,
pienso en la soledad,
el eterno silencio del cosmos,
llega el otoño.
2
El rumor de la madrugada,
le tengo mucho miedo
a ese perro desgraciado,
me espera ahí,
al cruzar la esquina de la bodega de Ramón,
¡Dios, mío!, ya quedan migajas
de lo que hace años era el “abasto”.
3
¡Cómo pasa el tiempo!, ¡Dios, cómo pasa!
Hace poco murió,
se quedó dormido,
sentado en su silla de cuero,
murió pobre, triste y encorvado,
ya no quedaba nada,
ni una lata de sardinas, nada
4.
¡Cómo se ha ido la vida!
No hay casi nadie en la cola,
llegué de cuarto.
Los viejos de siempre,
la sequía en cada gesto,
la mirada lejana,
a veces, la noche es tan silenciosa.
5
El vigilante reparte los números,
casi cuatro horas de espera,
nunca alcancé el mar,
y soñé llegar lejos,
jugar con la nieve,
conocer Tierra Santa,
caminar junto a Ella
bajo el sol de Roma,
la Revolución se burló de mí,
ya el barco se ha ido.
6
Me dieron mi tique: "104",
aparecen las franelas rojas,
de esas que tienen “los ojos del Comandante”,
la muerte cotidiana,
el vacío sin lágrimas,
la fría llovizna,
un amanecer rasgado en el tiempo,
las aves nos miran,
me cubro en mi timidez,
llega el dolor y aparto la mirada,
mi voz se diluye en silencio.
7
Un sable verde y oscuro,
la muerte de las gaviotas,
se caen las espigas cansadas,
callados y fugitivos
doblamos las espaldas,
y entre inquietos recuerdos,
quedamos en el fondo
los cuatro viejos.
- Autor: Gerardo Barbera (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 19 de octubre de 2018 a las 12:01
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 36
- Usuarios favoritos de este poema: MARFRAM, Wilhelm Ilmann
Comentarios1
Bravo!
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