Ausencia de palabras

No existen, no se hallan en el mundo
las palabras con las que te pienso,
¡no!, no en este mundo por lo menos,
no en esta vida, no en este lienzo.

Soy el pintor que escribe en colores
las palabras que a mi alma se entregan,
pero las voces que de mí nacen
¡pa’ ti! por este mar no navegan.

¿Tan inefable es esto de amar?
¡Qué complicado es este negocio!
¡Mejor me alejo y vuelvo a lo mío!
Es más fácil dedicarse al ocio.

¡Qué digo! Sufro por no escribir,
por no poder usar el pincel,
pero no es por la ausencia de letras,
sino por la falta de cincel.

¿Es que no lo entiendes, amor mío?
¿No comprendes mi dolor, tesoro?
¡Pintura de texto: medicina
cuando yo sufro, cuando yo lloro!

Los versos calan mi corazón
y dan forma bella al sentimiento
y de este modo mi ser descansa
y lo demás se lo lleva el viento.

Pero ante lo indecible, ¿qué hacer?
No es por la ausencia de colores;
mi problema es que mi amor por ti
necesita darte más que flores.

Tal vez sea mejor cambiar el arte,
dejar el pincel, dejar la tinta
y alejar los verbos de mi mano,
que cerca de la tela está encinta.

¡Espera! Sí tengo dos palabras
que por torpeza no las venero,
pero son dulces, más que la miel.

Te quiero.