EL ÚLTIMO AGUAFUERTE DE DON FRANCISCO DE GOYA

Verano Brisas


AVISO DE AUSENCIA DE Verano Brisas
Ninguna


Las sombras de la noche y los vahos del Garona

abrazaban por igual

las cónicas siluetas de los cipreses vecinos.

 

La luna bordelesa jugando al escondite

dejaba ver las trompas de gruesos nubarrones

que amenazaban la calma de aquel lugar embrujado.

 

Búhos de suave toca, como soldados perfectos

vigilaban los contornos con aleteos demoníacos

y zarabandas sarcásticas.

 

Con esa prisa nerviosa que lo caracterizaba,

aquel pintor fracasado violentó la sepultura,

retiró lo que buscaba

y otra vez puso la losa en su lugar definitivo.

 

Sus melenas como ríos

dejaban ver sólo el brillo de unos ojos desorbitados,

centelleantes y febriles, en la penumbra siniestra.

 

Envolvió la calavera en los pliegues de su capa

y salió del cementerio

con paso sigiloso como cualquier delincuente.

 

Miró extasiado el recio cráneo,

que desde sus cuencas vacías le recordaba impertérrito

una mirada poderosa y una inteligencia genial.

 

Ya en su casa dejó el macabro despojo

sobre una antigua y rudimentaria mesa

atestada de pinceles y de pinturas baratas.

 

Pero a pesar de los días

aquella ruda osamenta no propició el milagro

tan locamente anhelado

por el excéntrico y mediocre personaje.

 

Poco a poco la envidia remplazó a la devoción

y un odio sin fronteras fue surgiendo

como una hoguera infinita

contra el macizo cráneo.

 

Tres estudiantes amigos del derrotado rival

partieron todo en pedazos para la investigación

como si sólo fuera una cabeza de toro.

 

Supo el río del cansancio inevitable

que producen los objetos nada o poco merecidos,

mientras llevaba sus restos hacia el océano Atlántico.

  • Autor: 000 (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 25 de octubre de 2018 a las 20:26
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 21
  • Usuarios favoritos de este poema: Raquelinamor, Hugo Emilio Ocanto
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