HOJAS DEL ÁRBOL CAÍDO...

En un rincón,
se quedó acurrucado.
Soportando el vacío,
de la soledad.
Sumido en la oscuridad,
que en su interior,
hizo su nido.
Buscando la claridad,
Y sentir de nuevo el brillo,
convertido en manantial.

Manantial de tibias aguas,
con sabores de verdad.
Donde flotan las canciones,
que reclaman libertad.
En sus aguas más profundas,
se debaten las razones,
en un duelo singular.
Y emergen como alevines,
buscando la superficie,
para aprender a nadar.

Hojas del árbol caído.
Que hacen alfombra al abrigo,
de la recia tempestad.
Así protegen la piel,
de la tierra que la ocupa,
Y feneciendo la visten,
en su bella mortandad.
Crisoles de mil colores.
Como cortinas de flores,
anunciando su verdad.

El oscuro callejón,
donde se alimenta el odio.
Guarda escondido el oprobio,
que pudre a la Humanidad.
Junto a la cizaña rosas,
floreciendo a su pesar.
Negro callejón que alberga,
las siniestras intenciones,
que doblegan la razón.
La sinrazón sale a flote.

Entre nocivos olores,
el perfume de las flores,
se cuela entre los rincones,
donde anida la maldad.
Y ese sabor agridulce,
se adhiere a los corazones.
Como una jalea pringosa,
que encubre la realidad.
Así lo feo y lo bello,
conviven con sus razones,
en su inestable verdad.

Rinde ante el viento su cuerpo.
Se inclina ante el vendaval.
Más no se parte jamás,
ante el castigo infringido.
El junco se alza de nuevo,
dando fuerza a su verdad.
Y en su recia integridad,
hace bueno lo vivido.
Levantarse es lo importante,
cuando te atrapa el olvido.

Roza la sombra la luz.
Y las luces la devoran.
Venciendo a la oscuridad,
con las armas de su honra.
A.L.
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