En el preludio de la llegada insensata de la muerte disfrazada de paz, pasa la marioneta como quien pasa por un puente elevado. Pasa ese despojo de huesos y entrañas envuelto en carne que por blanca y tersa no deja de ser carne. Y me mira, y en la mirada encuentro un trozo de vida, de vida y de ira y de mucho dolor.
Es casi un deleite el sufrimiento de la carne frente a la colosal sensación de penuria, calvario, angustia, suplicio y desolación que consume el alma de la marioneta.
Paulina Dix
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