Aún te siento tan cerca, con tu risa y tu vida,
que hasta siento tu aliento
golpear en mis labios
y dejar sus caricias
con pasión por mi cuerpo.
Aún te veo a mi lado, en las tardes aquellas,
caminando despacio, comentándome cosas,
que te habían pasado.
Aún escucho el latido de tu pecho cercano
susurrando mi nombre
y rompiendo el silencio, virginal,
de la tarde.
Aún aspiro tu aroma y me embriago deprisa,
recordando tu cuerpo que, desnudo,
venía al encuentro del mío.
Aún maldigo la noche que, llegó sin pensarlo,
y rompió tantos sueños
y cristales de barro…
Rafael Sánchez Ortega ©
14/10/18
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