La efigie santa
de la mujer que es virgen
pregunta el tamaño de la pena
por pecar de tanto disfrute y tanto júbilo
de tanto que siente como una corriente
de obsceno hormigueo
entre las dos cejas, que le sirven para el fruncir histriónico.
No se explica la plática
con el censor que discursa despiadado
cuando va encendiendo ardientes llamas
solo para pintar el infierno que le espera.
Y, se mira, (complaciente) detrás de los ojos,
donde ella misma despojada de velos
place el día, esperando que la noche aflore
haciendo omisión de vanas amenazas.
Es sagrado el pedestal
de la mujer apoyada en su ilusión
despertada por el suave roce
que incita el fluir de inocentes óleos
¿Será la ocupación invasiva
de su vientre el destino obligatorio?
¿Es que está en el mundo
solo como nido donde se gesta
el alumbrar de un hijo?
Procreación y conservación de la especie
debe ser, (¿quién lo manda?) - la razón de su existir -
La virgen en silencioso llanto
inunda su fuente palpitante
y teme, cuando el color invade,
la eclosión de la belleza en el abrir de pétalos.
Bajo sus párpados trémulos
siente el fluir de la vida
agitando su respirar ansioso
y el espacio de su vientre contraído
busca el crémor que calme su deseo abrazador.
El silencio suaviza las angustias
y en el ensueño, la virgen aguarda,
un anónimo Febo luminoso, que espera
algún día, descifre el origen de sus ansias
sabe, que los secretos serán develados
y obtendrá de los sublimes goces
el dominio de los tiempos
y el encanto de abrazar con osadía
todo el esplendor que el amor ofrece.
Copyright © Rodolfo Dondero Rodo
08.11.2018
- Autor: rodolfo dondero rodo ( Offline)
- Publicado: 8 de noviembre de 2018 a las 14:31
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 43
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