La soledad de mi vida
me hacía ser valiente,
con un vaso en la mano
apuraba las últimas horas
de un licor amargo como la hiel.
La madrugada tocaba a su fín
como esas gotas sedantes de alcohol,
que asimilaba mi organismo.
Callaba en el silencio de la angosta
oscuridad de la gélida noche.
El cristal resbaladizo
de mi piel cuarteada por
la afilada navaja
que había hecho mella
en la herida sangrante de mis entrañas,
alcanzaba su consumación.
Las cantarinas campanas,
de la cercana iglesia
bailaban al compás de
su luctuosa música celestial.
Esa valentía innata de mi corta existencia,
se balanceaba con la inerte
y muda cobardía,
que se enfrentaba cara a cara
luchando con la espada del dolor.
La angosta ventana del habitáculo,
mostraba el rayo incipiente,
del nuevo vaso de líquido anfetamínico,
que derramaba sobre el cuerpo yacente,
cubierto aún, por la oscura sombra
de la lucha continua y repetitiva
de la noche y el día,
del miedo y del valor,
del principio y el fin.
Comentarios3
Lacerantes versos que confguran estados anímicos y corporales extremos cuando no se encuentra salida a problemas personales, contundente y muy elocuente mi bella amiga.
Con mucho cariño
JAVIER
Asi es Javier no has podido explicar mejor el porma.U fuerte abrazo amigo poeta.
Fuerte poema, pero muy bien plasmado.
Un abrazo
Muchísimas gracias Isis.Me alegra saber de ti.Un fuerte abrazo.
Dispongo solo de mañanas para entrar, pero te busco a ver si has publicado algo.
Recuerdos de nuestra otra Margarita.
Un abrazo.
Yo sólo puedo entrar por la tarde o la noche por el trabajo.Siempre que escribo me acuerdo de ti.A ver si hablamos un dia.Dale recuerdos de mi parte también a Margarita.Un beso 😘
Ok. un abrazo
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