Rotos.

Alejandro Tapia

Rotos.

 

Llevo en el paladar el perfume de tu sombra.

Mojándome los zapatos, el sonido de tu risa.

Yo te sigo como puedo, a veces a gatas, otras sobre mis rodillas.

Tú tan aprisa vas ya tan lejos, que hace años no te veo.

Pero en mi pecho, el pulso, la sensación.

El sentimiento de premonición, que en alguna tarde, en algún parque, te encontraré de repente con otro rostro y un cuerpo nuevo.

 Volverá entonces a mí la nube viajera, la miel que daba color a mi piel.

Y si aún hay tiempo me romperán las alas de nuevo, !fracturándolas! y no arrancándolas, dije.

El cuervo se acostumbra a caminar pero nunca a dejar de volar ¡que es diferente! por eso golpea su pico contra el piso ¡pero no! no podrá quebrar la naturaleza que lo rige.

Parece que en el cerebro hay un himen invisible que cuando se rompe, truena y así nace un caminante y nace un vagabundo, un siempre herido, un poeta noctámbulo y un loco de remate.

Otras víctimas de esta fractura que hay que destacar son los sujetos agradables que viven hablando y cantando y riendo, sujetos que van dejando un residuo de alcohol en cada profundo suspiro… a nosotros nos llaman borrachos o corazones afligidos.

Sé que no me creerán mis amigos pero “los otros” me están convenciendo de que aunque nos duela y mucho, aunque nos sobemos seguido, lo que tenemos roto no es el corazón es la cabeza.

Entonces estamos rotos todos: los viciosos, los santos, los perdidos y los que lloran, lloran callados pero lloran.

Los que no le tenemos miedo a la muerte sino a la vida por eso corremos casi desesperados, alejándonos de una para ir a reposar en la otra.

 Rotos también los ignorados, los amargados, los que ya no quieren nada y los que pierden, los marginados, los marcados por la luna y los que prefieren dormir siempre.

Amigos míos, tristemente puede ser…

Yo que pensaba que era la esperanza y no un tornillo lo único que nos faltaba.

 ¡Y a llorar gotas de naranja! dulces y ácidas, por las desventuras de un loco que se descubre apenas, entre sus palabras y que a la vez que ve de reojo la espalda de su razón que huye, siente como se quita la loza de encima, que la alma y el suelo de golpe regresan a sus pies.

 Llora feliz y llora triste porque locos somos pero sólo así se siente uno libre.

 

 

 

 

 

  • Autor: Pepe Golpe (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 22 de noviembre de 2018 a las 03:33
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 24
  • Usuarios favoritos de este poema: Santiago Esquivel
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