Historias al calor del brasero

Joseponce1978

Actualmente suelo pasar de 2 a 4 días a la semana en el campo, dependiendo de la faena que haya en la granja, y aunque hay jornadas en las que trabajo mañana y tarde, por norma general solo lo hago por la mañana. Las precipitaciones de la última semana han dejado la nada desdeñable cifra de 170 litros por metro cuadrado, caídos poco a poco y no de manera torrencial, lo que es un gran motivo de alegría para esta región, en la que gran parte de su economía depende de la agricultura. En lo que va de otoño se han superado ya con creces los 200 litros y el verde pálido que tenían los árboles hace apenas 2 meses se ha transformado en un verdor intenso, casi negro. Incluso los de hoja caduca están descondertados sin tener claro si deben dejar caer su follaje o reverdecer. Mires donde mires, la tierra esta cubierta de plantas silvestres y flores que se resisten a claudicar ante el frío; los acuiferos formados en el seno de las montañas están colmados y la tierra supura agua a borbotones; las hormigas, que ya habían llenado sus despensas y se habían retirado para ponerse a resguardo del invierno, han tenido que abrir las puertas de sus hormigueros y achican agua a marchas forzadas; a los gorriones les ha salido musgo en el pico y al intentar piar, solo consiguen hacer gárgaras. Donde hay agua, hay vida. Allá donde se posa una gota, la existencia brota de la nada. Un otoño lluvioso es menos otoño.

Esta alegría se percibe sobre todo en las personas mayores, que han pasado tantos años mirando al cielo con la esperanza de ver aparecer las nubes por sobre las cumbres para que la lluvia diese un impulso al duro trabajo de la plantación  de sus cultivos.

Ayer, a media tarde me llamó por teléfono mi madrina para decirme que me pasara por su casa a recoger un táper de comida que me había guardado. La mujer se preocupa por mí, pues me ve solo y como sabe que soy un poco dejado, cuando estoy por el pueblo, siempre está pendiente y al preparar una olla de comida, echa de más para guardarme. A mí a veces me da apuro porque cada vez que voy, comienza a sacar comida de la cocina y hasta que no me ve bien cargado, no para. También le inquieta verme solo y me aconseja para que me busque una mujer con la que compartir mi vida, y aunque yo le digo que no se preocupe por ello, pues la soledad no me pesa, creo que no logro convercerla.

Cuando llegué a su casa, estaba con mi padrino, ambos sentados a la mesa viendo la televisión, y al decirles que hacía frío, me indicaron que metiera los pies bajo la enagua camilla, pues tenían el brasero encendido. Tomé asiento y estuve como 3 horas allí sentado escuchando absorto anécdotas de cuando eran jóvenes. Siempre me ha gustado escuchar las historias de las personas mayores. Independientemente de mi carácter nostálgico, no deja de sorprenderme lo que tuvieron que batallar para poder salir adelante. Yo nací el mismo año que la democracia en España, y muchas veces no somos conscientes del sacrificio que nuestros mayores tuvieron que hacer para levantar un país devastado por la guerra y dejarnos como legado una nación en la que mal que mal, no nos falta de nada. 30 o 40 años tan solo de diferencia en los que pasamos de carecer de cualquier tipo de derecho a vivir en un estado de libertinaje absoluto. Cuatro días como aquel que dice que gozamos de seguridad social o educación, por citar dos ejemplos, y todavía hay a quien le parece poco. Mi padrino se vio obligado a hacerse cargo de un rebaño de ovejas a los 9 años, cuando una pareja de guardias civiles mató a su padre a sangre fría. Y mi madrina me hablaba de como tenía que subirse a un borrico cargado con cántaros de agua para el abastecimiento doméstico y recorrer en su grupa 10 o 15 kilómetros, atravesando montañas, para llegar desde la fuente a su casa, y así todos los días. Me comentaba que el asno estaba algo alocado y avanzaba dando saltos, de modo que cuando llegaban a la casa, se encontraba molida del ajetreado viaje, aparte de llegar con los cántaros medio vacíos porque el traqueteo hacía salpicar el agua. En un momento dado, giré la cabeza para dirigir mi atención por primera vez a la televisión y las noticias estaban dando el espectáculo circense ocurrido por la mañana en el congreso de los diputados. Al volver la vista otra vez a mis padrinos, no pude evitar pensar horrorizado en el contraste existente entre esas dos personas que, al igual que tantos otros como ellos, se han dejado la piel para que hoy podamos disponer de una serie de privilegios, y la panda de mequetrefes ridículos que van a terminar por llevarnos a la ruina. Que Buda nos coja confesados, pensé.

  • Autor: Joseponce1978 (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 22 de noviembre de 2018 a las 19:53
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 17
  • Usuarios favoritos de este poema: Texi, Ana Maria Germanas
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