Como pasos de hormiga sentí ayer tus pasos, sigilosos, para no despertarme, mientras yo te soñaba claroscuro y taciturno en el silencio cómplice del que se enamora de los pétalos de una flor y los deshoja inconsciente del placer y del dolor que se conjugan en ese instante.
Te sentaste a vigilar mi humanidad, reposada en el cansancio de un día agotador y una noche comprensiva, que aliviaba serenamente el desasosiego de mis párpados.
Extasiado pero consiente de tus actos me acariciabas con tus manos altruistas como el artista que moldea su obra, con ese convencimiento de lo que es mejor circunstancialmente.
Me susurras al oído voces tan abstractas pero ciertas de un mundo distante y maravilloso que inútilmente podría desprenderlo de los pies.
Siempre vienes como desde el principio cuando no me percataba de tu presencia, ahora me pregunto si talvez no soy yo, el que voy hacia ti reiterativo.
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