Lo di todo, y me fui.
Quise ver otro mundo, y volé del resguardo de otros brazos.
Si hice bien o hice mal, solo lo diré y sabré yo al final cuando no quede aire para respirar.
Miraré atrás y sentiré todo lo que aposté, pero no me arrepiento de lo que hasta ahora he visto.
Así mantendré los brazos abiertos para eso que me quieran dar.
Por otro lado, fui tonto en dudar del resto, por decisión propia, porque en ese tiempo envenené mi cabeza y el corazón, sufrí y lo pasé mal, por que nadie más que yo lo entendía y ni siquiera yo lo entendía.
Pero pasó y esa fue una etapa oscura de ese nuevo mundo que sobrevolé.
Luego fue que sané, cuando dejé el mundo atrás por un tiempo, entendí que nada era mío, que nada me pertenecía y que por más que se luche, se sufre igual, porque es inminente sentir que se va la vida un poco a pedazos con eso que vas dejando atrás, pero nunca, por más grande que sea tu dolor, debes olvidar eso que se aprendió, eso que se enseñó.
Vive con ese conocimiento y sabrás sonreír al dolor. Sonreír es importante porque es lo mantiene viva tu alma cansada de dolor, de miedos, de rencor o cualquier sentimiento que te haga olvidar lo hermoso que tenemos entre manos y que omitimos.
Cierra esos ojos cansados.
- Autor: Antonio Iriarte (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 4 de enero de 2019 a las 03:36
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 59
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