" Deseo escribir algo tan misterioso como un gato” Edgar Allan Poe
BOBO
La violencia de mis actos esta en relación directamente proporcional a los periodos de mi dipsomanía de excesivo consumo y a la mayor o menor virulencia de mi paranoia. Pero la mujer que caminaba confiadamente conmigo hacia su casa, no lo sabía y desconocía mi terrible fobia a los gatos negros, que transformaba desagradablemente mi personalidad, llegado el caso.
También ignoraba la dama mi vieja mitomanía, que yo consideraba un bromear de inocentes embustes. Lo que recibía un mentís por parte del diagnóstico psiquiátrico de mi última internación forzada, que denominaba a mi actitud patológica, como “pseudología fantástica”, capaz de graves irresponsabilidades y de génesis psicótica.
Íbamos hacía su casa después de un encuentro sencillo, con simpatía mutua y por supuesto habiéndose producido la química necesaria. La señora estaba ratoneada conmigo.
Y yo estaba muy conforme de mí porque no había probado un solo trago. Y mi agresividad no era, por ahora, de gravedad extrema y aparentemente, tampoco, de sucedido inminente.
Por el momento estaba pasando por una época de abstinencia prolongada en mi relación con el alcohol.
Pero cuando llegamos, supe, que lamentablemente la mujer tenía una mascota que se llamaba Bobo y era un gato negro que constantemente estaba en su falda, según me enteré al rato, y que me miraba con repulsión, cuando ella lo acariciaba con ternura y le hablaba.
En el momento odié profundamente al animal que seguramente traía la maldición de los aquelarres de las brujas y que actuaría con las más siniestras actitudes felinas.
Pero de todas maneras me quedé con mi flamante novia, que en pocas horas ya era una compinche muy agradable.
El espantoso gato, en mi personalísima sensación, llegada la hora del amor, me contemplaba desde los pies de la cama con su horrible mirada fija.
Soy un dipsómano con experiencia, que sabe que tarde o temprano llega la compulsión y el fuerte consumo; y eso era precisamente lo que iba a empezar a suceder pronto, con el consiguiente incremento de la morbosidad de mis fantasías y el suave despertar de mi vieja paranoia.
El bueno del cadetero hizo lo suyo alcanzándome una botella del bar de la esquina, y la obsequiosa dama hizo lo propio ofreciéndome una copa, que trajo de su cristalero.
Supongo por mi parte que hice lo mío, ya que al rato estaba borracho como una cuba, totalmente aplastado y aturdido por efecto del vodka.
De mi mente enferma surgían, vaya saber de qué oscuros pliegues de la exacerbación de mi pensamiento tortuoso, horribles maullidos y aullidos de gatos que a cada momento se tornaban más mortificantes y reales.
Entretanto que el maléfico Bobo, ponía mis nervios muy tensos con su actitud de esfinge y con sus insoportables ojos que no se apartaban de mí. Ésos nervios se estiraban como tientos de goma cuando su silueta escurridiza se deslizaba lustrosa y silenciosa por la pieza.
Mi paranoia comenzaba a presionar y yo estaba convencido de que el gato aumentaba el tono desafiante de su mirada. Ahí fue el momento donde se manifestó mi psicosis maniaco exhibicionista y comencé a desnudarme en forma violenta y apremiante, para la mirada de la dama confundida…Yo sentía como algo horrible y alienado mis propios gritos…Vomitaba y temblaba…La violenta erección me provocaba un dolor agudo; y con los mocasines puestos, y los ojos abiertos sin pestañar, hipaba y eructaba, mientras arrojaba al piso las últimas prendas que me cubrían.
Me quite el calzado y las medias se empapaban de la fetidez del líquido lanzado…
Entonces con una voz impersonal y cavernosa mandé a la mujer a buscar agua a la cocina.
Cuando ella regresó, y vio las salpicaduras de sangre sobre mi cara y todo mi cuerpo, supo enseguida que mis manos habían degollado a su gato negro. Ella ya había tomado conciencia plena de que el individuo borracho que la estaba gritando y que insultaba al gato, no había sido una buena adquisición. Un coctel de diablos, ebrios de vodka en mi cabeza vociferaban horribles injurias y obscenidades y enloquecían la poca cordura que me quedaba…
La más violenta elurofobia(1), junto con mi dipsomanía, habían desatado mi furia asesina para separar, con placer, los ojos y las orejas del animal, del tronco de su cuerpo.
Con rápidos giros había destornillado la cabeza del felino de su cuerpo hasta partirle la columna vertebral. El gato aullaba angustiado y se retorcía con los pelos enervados; sentía el ardor en mi piel desgarrada por sus dientes y uñas, cuando el fin de su vida mitigo mi fobia por el repulsivo animal.
La mujer estaba erguida, paralizada de terror y me contemplaba con sus ojos desmesuradamente abiertos...mientras que con abundancia corría por sus piernas vacilantes el orín derramado de su vejiga en plena liberación.
Y yo estaba totalmente embriagado, desnudo, descalzo sobre el vómito del piso, y alienado... Mientras con una mano sostenía la cabeza del gato, con la otra agarraba su cuerpo por el cuero del espinazo.
Ella observaba desecha y estupefacta, como la sangre bañaba con tibieza la piel de mis dedos...Una carcajada sonaba salvajemente...Jamás me he sentido mejor.
(1) Elurofobia: fobia a los gatos.
- Autor: mariano7777 ( Offline)
- Publicado: 5 de enero de 2019 a las 19:14
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 22
- Usuarios favoritos de este poema: Ana Maria Germanas
Comentarios2
Mariano...la neuropsiquiatria, o el mismismo Freud, hallarian en tu relato, una fuente harto interesante de informacion.-
Excelente desde tu mente hasta tu
descripcion...se agudizo en mi el interes y la repulsion que logro tamaña agresion ...perfectamente lograda !!!.-
Una muy buena obra.-
Un cariñoso saludo.-
GRACIAS ANA MARIA...
SOS UNA DULCE....
BESO
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