Nadie está con nosotros todo el tiempo
ni para siempre
los días se van
las luces de los ojos se van
las manos de ternura, sin pasaje ni despedida
se van
las lágrimas dulces, despliegan sus alas
y se van
Las ojeras se hacen cuevas de pájaros
donde el dolor se aparca
y el corazón se va haciendo más liviano
en su pecho
van cayendo millares de horas
en nuestros brazos y piernas
mientras el alma vuela como el viento
soltando sus largas raíces
La soledad va obteniendo rostros
y lugares en la mesa,
y en los lechos se aparea con el silencio
las voces se diluyen
en la noche intraducible
en que el cielo cae y cae
hasta el fondo de nosotros mismos
El tiempo nos llena de historias
de semillas y espinas
en nuestra piel crucificada
nos vamos rompiendo
con interminables vestimentas
atornilladas a la muerte disgregada
y vamos llenando de lagrimas
nuestras raíces
nuestros rostros
nuestras manos, de surcos además
nuestros lomos, de huellas además
nuestros corazones con maldiciones
como enredaderas
además, placeres y olvidos
insomnios sangrientos que nos revuelcan
los dedos
y los parpados mirando al cielo
entre las almohadas
La vida nos va volcando las ojeras
del ruido y del caos
de las burbujas de sangre
del gemido coronado de lágrimas;
nos desviste del movimiento
y de los rostros.
El corazón se va desprendiendo
como hielo polar
en un mar que se despliega en la noche
de astros fracturados
sin deseos, sin razones
en la orilla de unos ojos
que se recoge como olas
que han arrancado la paz al infinito
Las cosas se van alejando
de nuestras manos
y los dedos se desprenden
como las palabras
de sus labios petrificados
el vientre de su estomago
y la angustia que es el preludio
de la soledad
nos matricula en la tarea ineludible
de aparearnos con la muerte
Nadie sabe cuándo,
pero nos vamos quedando rezagados
solos con nuestros lunes
y el remordimiento en la ventana
y la verdad enferma a la intemperie;
Agujereado persistimos
con nuestras palabras que se van alejando
delante de nuestro pecho;
con sus averías estallando
y sus goteras de paz
en nuestras ojeras
El aire recoge los signos de los tiempos
y nos la va impregnando
mientras las horas van saltando
como hojas viejas
de nuestro cuerpo
En el silencio la noche nos amamanta
tímidamente
y nos alfombra el sótano, los jardines
y los sueños con sus remordimientos;
hasta que el alba irrumpe
con sus mareas quemantes
en cada globo de los ojos
y los huesos se desatan con ira
de su afectuosa noche
para seguir, convulsionado,
hasta la siguiente penumbra
donde se dejan las golondrinas
sus últimas angustias.
Nadie está con nosotros todo el tiempo
se nos rompen los días
con sus aires y sus luces sueltas
se nos rompe la vida
y el corazón con sus huesos
se nos rompe todo
menos la fe con su fuego
a veces minúsculo y agonizante
con su desolada alma
que al cerrar los ojos
despertamos en el brillo
del sueño eterno.
Comentarios2
Una conjunción de metáforas hilvanadas que van transitando y manando de un pluma largamente cansada de ver un mundo casi real. Saludos.
En esta vida nada es eterno, todo9 se va.
bambam
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.