El pobre conejo se volvió cazador, pero
siempre fue la presa. Él fingió no temer para
engañar al cazador, no obstante, no logró
engañarlo por completo. Así que la presa se
volvió cazador y el cazador se volvió presa.
Pasando el tiempo, el conejo se olvidó de sí
mismo, olvidó ser débil, olvidó cómo se sentía
llorar, olvidó cómo se sentía reír y fingió, sin poder dejar de fingir.
Y al final, después de todo... ¿quién es la presa y quién es el cazador?
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