Sé que escribo casi lo mismo,
que te tengo acostumbrada a los poemas largos,
los textos tristes y los que son sólo tuyos,
esos mismos que lees antes que cualquier persona.
Sé que estás en mi vida por una razón
y que permaneces porque quieres
y porque te quiero.
Sé que a veces quisieras ser distinta,
cambiarme el mundo con soplos bajitos,
contarme secretos a la sombra de un árbol,
enseñarme tus lugares favoritos,
hacer como si viviésemos sólo un día
y hacer de todo en aquel día.
Sé que, en fin, lo que más quieres es ser feliz.
Y enseñarme a serlo sin necesitarte.
Quisiste demostrar que las personas
son lugares de paso y que el paisaje,
las vistas y todo
lo lleva uno dentro.
(Que lo que vemos en ellos
somos nosotros.)
Pero eso ya lo sabía.
Tú me mostraste la belleza en el dolor,
la cicatriz en forma de beso,
el peso del silencio bajo una mirada,
y el frío de un cuerpo
al que nadie abraza.
Nunca quisiste, claro.
Enseñarme eso nunca quisiste.
Te he visto en todas tus facetas
y en ninguna dejaste de parecerme maravillosa.
Maravillosa cuando estabas irritada, aburrida,
cuando la impaciencia te raptaba las ansias,
cuando reías y te ocupabas en cosas importantes
que yo tenía miedo de interrumpir.
Hermosa ignorándome, evadiendo las preguntas,
diciéndome que me querías, que era increíble,
que amabas los poemas y que preferías mil veces
mis manos de escritor a los de pianista.
Sólo por eso, y por ser a quien más tiempo llevo escribiéndole,
te he dicho a ti cosas que no le he dicho a nadie,
me he traicionado con tal de serte sincero,
y he ignorado mis cargas
para ayudarte con las tuyas
las veces que me has dejado.
Llevo tus manos invisibles hurgando en la herida
cada vez que la memoria abre sus puertas
y me lleva al lugar de siempre,
al del acoso y el desorden
que tú siempre arreglas
antes de irte
y que yo destrozo
cada vez que vuelvo.
Escribir es mi tormenta y mi refugio,
un lugar donde no todo lo que tengo es lo que quiero,
pero donde quiero todo lo que tengo.
Te quiero a ti,
y a mí siendo feliz contigo,
ese es el sueño que arrastro
hace ya no sé cuántos desvelos
desde que apareciste y supe,
quizá con la más cortante de las desesperanzas,
que no sólo no ibas a quererme
sino que yo aprendería a odiarme contigo.
Pero escribía y el escozor menguaba
a un soplo de brisa
que traía tu fragancia
de mujer imposible;
me dije entonces
que quizá no era necesario que me quieras
como yo te quiero,
ni siquiera que estés aquí
sino en mis manos, en mi mente
y que me quieras a tu manera.
Tu manera que nunca será la mía
ni la que está en estas palabras,
todas las que pude componer
hasta llegar aquí,
donde las suelto y las lees,
donde la hemorragia desemboca.
Y comprendes
que yo no es que te quiera por ser dolorosa
sino que ya te quería antes de que lo fueras,
que te he querido desde siempre y no sé hasta cuándo,
quizá hasta que se me acaben los sueños,
las prisas, el amor, las ganas
que guardaba sólo para ti.
Lo peor no es que se me acabe lo que quiero ofrecerte,
sino que aquello es todo lo que tengo.
Después de ti quizá habrá alguien
pero no sé si quedará algo de mí.
No sé y eso es porque te llevas lo que te he dado,
que tú, por ser y existir, y mirarme y sonreír
te ganaste mi ilusión ciega
y aunque soy consciente
de que tarde o temprano recibiré el golpe,
hago lo que siempre hago cada vez
que estoy a punto de que alguien acabe conmigo:
abro los brazos
y te doy la bienvenida a mi vida
y a lo que hagas y dejes en ella,
te doy la bienvenida a mis sueños
y a los que destruyas y guardes para ti,
te doy la bienvenida porque no sé querer de otra forma
que ésta donde yo nunca gano.
Haz tú, entonces
con mi vida
lo que quieras.
Yo te agradeceré el golpe
y el hecho de que te marches
diciendo que también te duele
para que aprendas a olvidarme al día siguiente.
Como la última vez.
Como la maldita
última vez.
- Autor: Heber Snc Nur ( Offline)
- Publicado: 17 de enero de 2019 a las 10:52
- Categoría: Triste
- Lecturas: 24
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