¿Quién es pobre?

En cada esquina.
En los vacíos intrusos del alma,
habita pobreza.

Pobreza lejana de quién pule sus manos al sol,
de niño solitario en un vagón.
Pobreza aterradora e invisible,
sostenida en un puño y con todo el esqueleto.

Cuando ese sudor esclavo de cierta tristeza,
cae de mujer y hombre sin un hogar (mal dicho)
la tierra tiembla: y nadie se da cuenta.
Cuando ese cansancio estremecido de medio centavo
rueda en la noche más oscura entre aquellos ojos heroícos,
no hay lagrima que pese más que la del saber que no basta,
ni un día ni dos, o tres: No se sabe.

Digo que la pobreza nos habita.
Que a guadaña filosa camina por la vida,
peligrosamente, sin palabra de por medio,
impía entre tanques de amargura
y soldados de indiferencia.
Y cuando recorre el nervio la cosa es más grave.

Escucho voces y voces, y cantos,
de los hermanos que piensan que su pobreza
es un problema.
Yo les digo:
─Ustedes no son pobres, más bien,
pobremente son tratados─.
Pobremente ignorados.

Más no han de caer los hermanos en abandono del ser,
al contrario, habrían de encontrar el ser y dejar de pensarse incapacitados.

A veces, pobremente ricos,
ricamente pobres.
Y a veces, solo el alma nos queda,
y nos sobra un aliento, una mirada.
¿A dónde va?

No hay pobreza más dolorosa
que la que no puedes ver…
Hacía dentro.