II
Se ha acostado el día con tantas horas
Son las mías y del tiempo aquello
Son las blancas ausencias de lo invisible
Y las palabras vuelven a su necesidad
A su costumbre, a su calor
A dormir con la piel desnuda
Buscando la voz de su vientre
La brisa tiene los sueños
Los recuerdos besados
Y las realidades más dolidas
Y ella la que no sabe nada
Son los ojos luminosos de la existencia
Es dulzura sin pedir nada
El espacio no existe
Es indiferente al instante
No hay nada más sublime
Que la mano tierna del corazón
Amando su nostalgia
Bebiendo su ausencia
Selladas en las cuitas del recuerdo
El rio que nunca se cansa
Va y viene como la vida
Es humilde y soberano
Se acuesta con el sol y la luna
A cargado la sangre y la miel
Las esperanzas de los humanos
Y las crueldades que nos hacen llorar
Pero ella la Mujer la de mil nombres
Las que nos ama con su blancura y su rojo
Las que nos da el alma
Entre aguaceros y arenas
Se mezcla con las plantas y las besa
Es una rosa de carne y hueso
Ama con la inmensidad del rayo
Y llora cuando el corazón lo regala
Tiene venas que afloran sus entrañas
Brinda más amor que todo el universo
La humildad más dulce sentada en la esquina
Y sonríe con el encanto de la fe
Es niña, madre, compañera, amante, amiga
La que ha llorado las partidas
La que nos coge la mano
Para regalarnos sus días.
EH
- Autor: ENRIQUE HORNA ( Offline)
- Publicado: 27 de enero de 2019 a las 17:57
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 10
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