Ninguna
En los Llanos Orientales y el Tolima
soy un mito folclórico y estable;
me llaman luz viajera por mi lumbre
de rápidos chispazos destructivos
y estrepitosos como tiesto roto.
Luzco brazos de pulpo y llama trífida
porque fui una abuela condenada
a castigos tormentosos varios siglos,
por actos con mis nietos cuando estuve
de paseo en los predios de la vida.
Al cantar gallos en la madrugada
ruedo como bola luminosa
sobre alambrados, estacones y barrancos,
que no faltan en ningún potrero.
Cruzo muros y puertas de las casas
como gráciles capullos de algodón.
Me agradan las montañas empinadas,
donde trepo a la copa de los árboles
junto a trochas, riberas y lagunas,
caminos silenciosos y quebradas.
Me atraen las crecientes de los ríos,
mansiones descuidadas y ruinosas,
lugares donde duermen los tesoros,
playas remotas y tierras despobladas
junto a bruscas laderas y peñascos.
Quienes buscan llevarme hasta sus casas
deben rezar con devoción sincera
una plegaria mayor a las normales,
y si quieren apartarme del entorno,
lanzar denuestos y duras groserías.
Hay lugares en los Llanos donde voy
como bella mujer lasciva y joven,
seduciendo vaqueros que cabalgan
sobre bestias veloces y resueltas.
A los enamorados mentirosos,
borrachos, masones y perjuros
los ultrajo y acoso como un tábano.
De pronto me convierto en una lengua
inflamada y voraz como un demonio,
pero huyo al escuchar imprecaciones
o recibir machetazos furibundos
como en altas montañas del Tolima.
En mí ven una mujer desventurada
que murió prisionera entre su rancho
abrasada por un violento incendio
sin que nadie acudiera a rescatarla,
y que espanto por eso a los viajeros
cuando cruzan en noches solitarias.
Otros juran que fui violada en vida
por no pocos vaqueros criminales,
que llegaron incluso a destrozarme
a través de humillantes sodomías
y otras formas de amor inconfesables.
Es por eso que me tomo la revancha
sobre las ancas de sus cabalgaduras,
abrazando a los hombres por detrás
para chuparles la sangre y masturbarlos
hasta que caigan inertes sobre el piso
desde el lomo de sus caballerías.
El farol de Las Nieves soy en Tunja
y parto de una casa junto al templo
para cruzar silenciosa, en línea recta,
hasta la plaza llamada de Las Nieves;
luego sigo al Sagrado Corazón,
colegio señorial donde me pierdo
sin dejar ninguna huella de mis pies.
Son mis ancestros del antiguo Lacio
con la diosa Ceres, madre de la Tierra,
y en Grecia igualmente con Deméter,
bienhechora de la agricultura.
Como ven, no soy ninguna espuria
sino un mito respetable y noble
en diferentes lugares del planeta,
aunque sufra mi castigo vergonzoso
por la errada justicia de los hombres
que nunca saben aplicar sus leyes.
- Autor: 000 (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 3 de febrero de 2019 a las 11:15
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 28
- Usuarios favoritos de este poema: Rick Robles
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