Vehemencia.
Sé bien que los relatos de terríficas imágenes, hoy suenan muy triviales para cualquier oído humano. Sé que se han escrito muchos cuentos al respecto, novelas de fantasmas, leyendas de demonios y las más increíbles historias de terror. Sí, mucho se ha escrito, pero yo sé de una historia que convence a todo el mundo.
Cuando yo era sólo un niño, un ser indefenso, alejado totalmente de la negra humanidad, creaba las luces de las noches de verano. Cabalgaba con los vientos, con deidades celestes, con cometas fabulosos y con ángeles que ardían en el hondo firmamento. Sí, era un niño, pero nada era más grande que esa dicha en mi sonrisa.
¡Qué hermosa era mi infancia!... ¡qué dicha más divina!.. Jugaba en los edenes que yo mismo iba creando. Volaba con los sitios del extenso pensamiento… y mi mundo no sabía de colores más divinos. Para mí sólo existía el paisaje de mis sueños… los paisajes que traían a los entes de mi mente.
Luego, de tiempo en tiempo, mi vida fue avanzando con los años destinados. Crecí, perdí mis sueños, y, por más que me negué a dejar mi bella infancia, este mundo me fue dando sus macabras bofetadas. Caer, levantarse y empezar a caminar, fueron cosas que agarraron mis entrañas con vehemencia.
Sí, es cierto, se han escrito miles de historias de terror, miles de relatos de terríficas imágenes, pero cada uno carga con una historia propia… y es esa la historia más terrible de todas, aquella que te obliga a dejar de ser un niño y a olvidarte de los sueños que se ornaban de inocencia.
- Autor: Danny McGee. (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 6 de febrero de 2019 a las 19:50
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 17
- Usuarios favoritos de este poema: anbel
Comentarios2
Muy bueno. Un abrazo.
Cariños y abrazos, Anbel.
Cuando nos damos cuenta de lo que perdimos al crecer, empezamos a añorar la niñes. Una epoca realmente hermosa. Saludos Danny
Es verdad, Lucía. La más hermosa época para muchos.
Cariños.
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