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Pude dejarte la máscara, el relicario hipócrita de tu discurso, tu savia helada en la rígida distinción de tus leyes, dictar y someter al idiota y darle fe al sabio recogiendo la masa de tu gran miseria, dejarle tributo al pueblo ante la superstición de la ciencia; crearle psicosis de lavaplatos después de servirle la cena, tu altar de pajarraco universitario fecunda parásitos a simple vista sin ver sus gérmenes, sin esterilizar los objetos, las raíces y las formas que surgen del pensamiento, poniendo inscripciones solo a los altas biografías y santificarlos con la séptima misa, tu leyenda la entendería Cervantes como otro pretexto delicado que solo Bach razonaría como gruñido de gato doméstico, poniéndole título de insecto parado en las heces fecales, en los excusados de la siguiente calle, -entiendo la inercia de los animales que por instinto vuelven al lugar donde dejaron sus excrementos- y poner unos guardias que disimulen tu ensalada familiar goteando en el caño.
[Dejar-te la mascarilla con ingredientes de cebolla, tendríamos la sospecha que fornicabas con la sabiduría sin que te lavaras los dientes y tu indescriptible sodomía sería con las hijas menores de Hades. He visto tu obra como un enano con sífilis, un apóstol hablándole a Platón, la hija de un carnicero entraría en éxtasis en rojos olores sanguíneos: pobre adicto al lenguaje de vecindario…]
Bernardo Cortes Vicencio
Papantla, Ver, México
10:4724022019
- Autor: bernardo cortes vicencio ( Offline)
- Publicado: 24 de febrero de 2019 a las 13:51
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 57
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