Una noche helada y una débil luz de una lámpara lúgubre rellena los espacios de la habitación que guarda mi cuerpo al levitar como copos de nieve al viento, en el preciso instante en que viene a mis ojos esa escultural sonrisa.
¡Un dorso desnudo extraña! El dorso desnudo tiembla al choque de gélidas corrientes que raspan los tejados. Y las paredes se refuerzan revestidas de escarchas. ¡Un dorso desnudo… extraña! Y el frio yace donde descansaba.
Vendavales me visitan a altas horas de la noche, haciendo bailar las telas de los cuadros. ¡¿Cómo no he de tener frío sin la calidez de la reliquia que colgaba en mi cuello?!
Una cruz de oro puro bañada en agua bendita, adereza y abandera su pulcro lienzo. Es mi reliquia que te protege como legión de ángeles al coste de mi vibrar. Emanando de mi pecho el gozo cuando observo tu figura en tanto la fresca madrugada acaricia la desnudez de mi cuerpo desprovisto del tuyo.
Luis Adolfo Otero
- Autor: Luis Adolfo Otero ( Offline)
- Publicado: 28 de febrero de 2019 a las 22:56
- Categoría: Amor
- Lecturas: 30
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