Los unicornios
retozan por las playas
tras las sirenas.
Pero no saben
que surgen de las olas
con las resacas.
Preciosos juegos
que llegan con los sueños
hasta los niños.
Y en su descanso
se cambian y transforman
por nuevos elfos.
Mundo divino,
de sueños y de niños,
que tanto envidio.
Esa inocencia,
desarma y cristaliza
los corazones.
Es un suspiro,
un alto de la infancia
que queda atrás.
Pero buscamos
el verso del poema
que tanto dice.
Y en el poema
vivimos ese mundo
de fantasía.
Rafael Sánchez Ortega ©
01/03/19
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