Cae fuertemente la lluvia, estoy totalmente empapado. Mi organismo entero tirita por el frío. Pero este no es un frío normal. Este es un frío que penetra hasta lo más profundo de los huesos. Es de noche y mis pensamientos solo giran alrededor un nombre, de un hecho que inexorablemente vuelvo a recordar una y otra vez.
El monstruoso camión le había pasado por encima partiendo su cuerpo en dos y dejando el pavimento repleto de sangre y tripas desperdigadas. Yo estaba acomodando los cartones para intentar apaciguar el frío que carcomía cada una de mis párticulas.
Apenas sentí el impacto y el inmediato chillar del José. Corrí desesperadamente para intentar ayudarlo. Pero ni aunque hubiera intentado mil millones de cosas diferentes no podría haber cambiado su desino. Estaba ahí, tirado, como si fuera cualquier cosa, como si fuera un simple perro de la calle. Quizás sí, lo era, pero para mí representaba mucho más que un perro faldero, representaba una complicidad, una compañía, representaba una verdadera amistad.
Él Lloraba con una angustia terriblemente desesperada y ese llorar me carcomía el corazón más de lo que esté frío me carcome los huesos. Desvié la mirada un segundo, y después lo miré directamente a sus ojitos tristes, era como si me hablara, era como si me estuviera implorando que lo ayudará, como si me estuviera suplicando que acabará con ese sufrimiento, ese martirio, ese dolor extremo que sentía en cada átomo de su organismo.
Posé mi cuchilla sobre su cuello y como si el José tuviera de la nada una consciencia única, cerró los ojos y esperó a que sucediera. Yo también cerré mis ojos y conté hasta tres. "Te quiero amigo, gracias por brindarme más humanidad que cualquier humano que conozco." Y aplasté suavemente el cuchillo para terminar con su martirio. Él soltó un gemido ahogado, y luego, simplemente hubo silencio…
Automáticamente salió una lágrima, y luego otra, y luego otra. Y No pararon de salir. Me tiré sobre el pavimento, al lado del José y lloré como nunca antes había llorado en mi vida, porque había perdido parte de la mía.
Y ahora estoy solo, el José era mi única compañía (o al menos el único que realmente era mi amigo). El único que me entendía, el único que me hablaba, el único que realmente... Me amaba.
Ambos estábamos en la misma situación, a ambos nos habían abandonado personas que alguna vez nos quisieron y que se hacían llamar “familia”. Solo nos teníamos el uno al otro y ahora solamente, tengo frío.
- Autor: Santiago Esquivel (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 29 de marzo de 2019 a las 14:38
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 29
- Usuarios favoritos de este poema: Dreamss, Ágora, Yamila Valenzuela
Comentarios2
Triste, muy triste historia querido Santiago.
Apapacho!
No soy bueno para hacer cosas felices yami.
Apapacho!
Claro que puedes, todos tenemos esa capacidad, búscala con amor en tu interior.
Te abrazo con mi alma querido Santiago.
Lo que no te dije es que a pesar de ser una triste historia en lo estético es muy bonita.
Oh que trágica muerte, y que pena perder al mejor amigo fiel que tiene el ser humano, pero fue tu compañerito, tu amigo y eso quedará siempre.
Un abrazo
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