Mi hermano y el azar

andrea barbaranelli

 

Mi hermano se juega la vida apostando

en una carta o en un número

rojo o negro.

Tranquilo,

con un ademán de indiferencia,

entre las voces y el torbellino

vertiginoso del público

de los jugadores de medio pelo,

imperturbable,

se deja sin enbargo hechizar

por las combinaciones

y el cálculo de las probabilidades,

y enloquecería de alegría

si encontrara la ecuación

que agarre el azar por el rabo y lo explicite.

Sospecha que el universo sea regulado

por la ley pitagórica de la armonía,

porque en su fuero íntimo está convencido que Dios

no juega a los dados y que un coup de dés

jamás abolirá el azar

por más que se vuelva a echar por toda la eternidad.

Observa la bolita que salta corre y se detiene

en una casilla antes que en otra,

considera la reina de corazones que,

asomando con una sonrisa,

llega a completar la escala real,

pero, como buen jugador, cree en la suerte.

Y por eso se juega la vida,

desafiando las leyes de la probabilidad,

confiando

en su buena suerte.

El diablo existe

y trastoca las jugadas. Pero Dios también existe

y, a largo plazo, prevalece,

restableciendo su poder

en la paz equilibrada de los grandes números.

Aquí mi hermano se juega su vida,

sobre el filo delgadísimo y cortante

de la navaja que separa

el reino del diablo bromista del reino

del sereno dios de Pitágora.

Jugarse la vida no es, para él,

ganar o perder dinero,

circunstancia irrelevante:

jugarse

la vida

es coger o no coger

la serie mágica que revela

la presencia del sentido

en el universo

o desenmascara

el rostro aterrador de lo absurdo.

  • Autor: andrea barbaranelli (Offline Offline)
  • Publicado: 29 de marzo de 2019 a las 15:28
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 64
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