Un cíclope redomado
me está echando el mal de ojo.
Para pontenciar su sortilegio,
reúne su negatividad
en su única pupila,
me enfoca con la mirada
y proyecta sobre mí
su retorcido maleficio.
Desconozco sus motivos
para dirigirme su desprecio,
pues mis raídos calzoncillos
no inspiran envidia alguna.
Por más que intente fingir
sonriéndome acartonadamente,
su insidiosa inquina
ya no le cabe en el disimulo.
¿Acaso soy el responsable
de que solo vea por un ojo
mientras yo cierro los dos
para escuchar el aleteo
del murciélago en la noche?
¿Por ventura tengo la culpa
de que no se posen
las gotas de rocío en su ceja
mientras las mías amanecen
colmadas de purpurina?
Durante un tiempo fuimos
íntimos amigos,
o así lo consideré yo,
pero desde que me llevó
a ver su finca de almendros,
algo entre nosotros se rompió.
Era un día de febrero
y los almendros estaban
atestados de flores.
Yo quedé impresionado
ante aquella anacarada pureza
y así se lo hice saber.
¡Oh, qué maravilla!
Atiné a decir emocionado.
¡Ciertamente, es impresionante,
con la cosecha de este año
podré ponerle a mi yate
el mascarón de proa
con forma de falo circuncidado
que tanto deseo!
Obtuve por respuesta...
No me refería a eso,
dije, hundido en la incomprensión.
Pero si es lo que te hace feliz,
bienaventurado seas.
¿A qué te referías pues?
(Silencio por respuesta)
Y desde ese momento
comenzó a mirarme mal.
Simula hacerme un guiño
cada vez que parpadea.
Pero su desprecio hacia mí
es evidenciado
por su ojo por ojo.
Lo que aún no sabe
es que ya tengo amuleto
para contrarrestar su sortilegio.
- Autor: Joseponce1978 (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 31 de marzo de 2019 a las 06:30
- Comentario del autor sobre el poema: Nada de esto me ocurre, a pesar de haberme caído hoy en un charco. Es solo escribir por escribir.
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 47
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