Aquella novela
tenía tu nombre,
con letras de oro
y múltiples flores,
había violetas
y lirios del bosque,
también unas rosas
perdidas, sin nombre,
y luego, tus letras,
menudas y al trote,
tan llenas de vida
ponían el broche,
en ellas estaban
el día y la noche,
tu sangre corriendo,
en pleno galope...
Y yo te leía
siguiendo tu norte,
detrás de unas huellas,
sinceras y nobles,
en ellas dejabas
silentes canciones,
arrullos divinos
tomados a dioses,
soñaban despiertos
mis ojos tan torpes,
bebían tus letras
y ansiaban su roce,
y allí, en esos versos
estaba tu broche,
"te quiero", decías,
"no importa tu dote"...
"...Aquella novela
que estaba en el porche,
tenía un mensaje
guardado en su molde..."
Rafael Sánchez Ortega ©
18/03/19
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